“¿Mentir compulsiva y comprobadamente no debería ser suficiente para ser derrotado en las urnas? Setenta y cuatro millones de estadounidenses piensan que no”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
“¿Mentir compulsiva y comprobadamente no debería ser suficiente para ser derrotado en las urnas? Setenta y cuatro millones de estadounidenses piensan que no”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Moisés Naím

En las recientes elecciones en votó el mayor número de personas en 120 años. Casi 80 millones votaron por y más de 74 millones por . Son los dos políticos más votados en la historia de ese país.

Se suponía que la pandemia y la campaña del presidente Trump que aumentarían la abstención. No fue así. El 67% de los estadounidenses inscritos votaron en persona o por correo.

La otra sorpresa fueron los 74 millones de personas que votaron por Trump –diez millones más de los que le votaron en el 2016–. Sorprendieron por lo que no les importó, así como por lo que les importa.

No les importó, por ejemplo, votar por un presidente que miente de manera constante y fácilmente verificable. ¿Mentir compulsiva y comprobadamente no debería ser suficiente para ser derrotado en las urnas? Setenta y cuatro millones de estadounidenses piensan que no. No creen que Trump sea un mentiroso, o no les importa, o tienen necesidades y esperanzas que les resultan más importantes que la honestidad del presidente.

¿Que 26 mujeres se atrevan a identificarse públicamente y denunciar a Trump , y que algunas lo acusen de haberlas violado, no debería haberle hecho perder el voto femenino? ¿No basta con el video del programa “Access Hollywood” en el que Trump le dice que “ser famoso te permite hacer lo que quieras con las mujeres, incluyendo agarrarlas por los genitales”? Pues no. Cerca de la mitad de las mujeres blancas votaron por Trump.

Pero si a 74 millones no les importan las múltiples denuncias de acoso sexual contra el presidente, ¿no debería importarles la salud del planeta? Parece que no.

Trump ha denunciado la lucha contra el calentamiento global como una trampa de China para debilitar la economía estadounidense. Las decisiones del presidente Trump han sido devastadoras para el medio ambiente y muy lucrativas para las empresas más contaminantes –y los lobbistas que las representan–. ¿Les importa a los votantes de Trump que él haya nombrado en los principales cargos que se ocupan de regular las industrias contaminantes a los lobbistas que representan a esas mismas industrias? Obviamente no.

¿Les importa que la administración de Trump sea caótica e inepta, y que haya manejado tan mal la pandemia? No parece. A 74 millones tampoco les importa que dos importantes documentos sigan siendo secretos: la declaración de impuestos de Donald Trump y su política sanitaria. ¿Qué hay en los impuestos de Trump como para que el presidente haya hecho tantos esfuerzos por mantenerlos fuera del escrutinio público? ¿No deberían saber los votantes qué compromisos financieros tiene el presidente y con quién? ¿No debería saberse si el presidente es un evasor de impuestos?

El otro documento que no aparece es el plan de Trump con respecto a la salud. El presidente se ha dedicado a desmontar la política sanitaria de . Trump ha prometido reiteradamente que la reemplazará por “algo mucho mejor”. Los operadores políticos del presidente han ofrecido una montaña de confusos documentos, pero hasta ahora no han revelado los detalles de ese “algo mejor”. Lo que está claro es que eliminar la reforma sanitaria de Obama sin tener con qué reemplazarla le hará mucho daño a la gente, incluyendo, por supuesto, a los 74 millones que votaron por él. O no lo saben, o no lo creen, o no les importa.

La lista de razones por las que no había que votar por Trump es larga. Su renuencia a denunciar con firmeza a los odiosos supremacistas blancos. Su desinterés por enfrentar el racismo institucionalizado. Sus menguados logros en política exterior y el haberle cedido espacios de poder a China y a Rusia. Sus extensos conflictos de interés. Sus derivas autoritarias y la manera como ha socavado la democracia estadounidense. Nada de eso parece importarles a 74 millones.

Pero entonces, ¿qué les importa? ¿Que los mueve a apoyar tan incondicionalmente a Trump? Muchas cosas, que van desde lo muy concreto (“no me suban los impuestos”) a lo espiritual (“Trump entiende lo que siento”). De lo positivo (“hagamos América grande de nuevo”) a lo negativo (“si gana Biden, los afroamericanos invadirán los suburbios”). De la defensa de derechos (el libre porte de armas) a la defensa de valores (“estoy en contra del aborto”). De repudiar la inmigración ilegal (“¡viva el muro con México!”) a oponerse a la globalización económica (“quiero fábricas y empleos aquí, no en China”).

La demografía de esos 74 millones es diversa y confusa. Incluye a porcentajes significativos de hispanos, de población rural, de hombres blancos sin estudios universitarios, de grupos evangélicos, de empresarios, de obreros y de muchas otras categorías. Los condados en los que ganó Biden, por ejemplo, generan el 70% de la actividad económica de EE.UU.; mientras que los que votaron mayoritariamente por Trump, el 30%.

El hecho de que las encuestadoras no hayan anticipado la conducta de los 74 millones confirma que no sabemos lo que realmente determina su apoyo incondicional hacia Donald Trump.