Gustavo Yamada

Empecemos por contextualizar las cifras de empleo desde una perspectiva de mediano plazo. De lo contrario, resulta fácil caer en titulares alarmistas en un área tan sensible como importante para todos los peruanos. Recurrimos a la Encuesta Permanente de Empleo de Lima Metropolitana realizada desde hace más de dos décadas de manera ininterrumpida por el INEI.

Esta fuente nos confirma que, gracias al extenso ciclo de expansión económica registrada por el Perú entre el 2004 y el 2019, la tasa de se incrementó de un 35,5% a 60,8%. Dicha variable representa el porcentaje de trabajadores que no reportan ni desempleo, ni subempleo por horas, ni subempleo por ingresos insuficientes para adquirir la canasta básica con la que se mide la pobreza monetaria.

Como todos hemos experimentado, en mayor o menor medida, la pandemia del y el confinamiento casi total provocaron agudos problemas de desempleo y subempleo en las familias peruanas. En consecuencia, la tasa de empleo adecuado retrocedió prácticamente todo lo avanzado en los 15 años previos, situándose en solo 37,5% durante el tercer trimestre del 2020.

Por su parte, la progresiva normalización de las actividades económicas en el 2021 y el 2022 provocó una lenta recuperación de los niveles de empleo adecuado, alcanzándose un 54,1% en el tercer trimestre del 2022, todavía seis puntos porcentuales por debajo de los registros prepandemia.

Es en este contexto que debemos evaluar la coyuntura laboral. Debido al estancamiento actual de la actividad económica (no hay necesidad de enfrascarse en un debate sofisticado sobre la mejor definición de , lo importante para todo fin práctico es que estamos en presencia de un marasmo económico), la tasa de empleo adecuado prácticamente no se ha movido en el último año (la cifra exacta para el tercer trimestre del 2023 es de 55,1%) y esto es preocupante, pues ni siquiera hemos recuperado los niveles que teníamos antes de la pandemia.

Cabe anotar que el INEI ha desarrollado una Encuesta de Empleo mucho más amplia a nivel nacional, pero con datos a partir del año pasado, por lo que no permiten la perspectiva histórica realizada con cifras de la capital.

Ahora bien, hay otra fuente de información sobre el mercado laboral desarrollada en los últimos años que merece una mayor atención. Se trata del número total de “Puestos de trabajo formales” que registran las planillas electrónicas mensuales declaradas por las empresas en cumplimiento de la legislación laboral y tributaria. Esta información la reporta permanentemente el BCR en su famosa “Nota estadística semanal” junto con las principales variables económicas y financieras del país.

Tiene, a nuestro juicio, dos grandes virtudes. En primer lugar, es un termómetro preciso de aquella proporción de empleos que quisiéramos que fueran la mayoría en el país (pero que lamentablemente no lo son): puestos de trabajo que cumplen con todas las formalidades laborales y tributarias del país. En segundo lugar, captura todo el universo de la población formal del país, a diferencia de las encuestas basadas en muestras representativas pero pequeñas de la población.

Hay noticias alentadoras que produce esta variable: en agosto del 2023 la economía peruana contó con 5,7 millones de puestos de trabajo formales. Este total todavía está creciendo (a un ritmo menor que antes, pero aún registra una tasa de crecimiento de 1,7% respecto del año pasado) y supera en 9,2% el total comparable prepandemia (5,3 millones de puestos). Los puestos de trabajo en el sector privado totalizan 4,1 millones, todavía están creciendo a un ritmo de 2,2% y se sitúan un 9% por encima de su nivel prepandemia.

Sin embargo, la misma fuente registra que el ingreso promedio mensual de S/2.688 en agosto del 2023 representa una caída en términos reales de 2,2% respecto al año anterior y de 6,9% respecto al nivel de ingreso prepandemia. Esto es, aun los mejores empleos de la economía no se han recuperado plenamente de los estragos provocados por la pandemia y las diversas crisis experimentadas por el país en los últimos años.

El pronóstico para los siguientes meses y años es necesariamente malo si es que continúa el marasmo económico. Es urgente retomar el crecimiento económico a tasas que tuvimos apenas algunos años atrás. Esto solo puede ocurrir si es que la inversión,, que es cuatro veces más grande que la pública, reaparece en todos los tamaños de empresas del país. Todos los niveles y sectores de gobierno deben tener una agenda única y consistente con este objetivo primordial, a fin de devolverle al país la confianza, el optimismo y la esperanza que se merece.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Gustavo Yamada es profesor de Economía en la Universidad del Pacífico