"No necesitamos un país en el que nos toleremos, sino uno en el que nos comprendamos", indicó el escritor. (Foto: El Comercio)
"No necesitamos un país en el que nos toleremos, sino uno en el que nos comprendamos", indicó el escritor. (Foto: El Comercio)
Maribel De Paz

Desde Wittgenstein hasta Umberto Eco, pasando por las indagaciones sobre las fronteras del conocimiento del inglés Marcus du Sautoy, la nutrida biblioteca del peruano Pablo Quintanilla sirve de marco para una conversación sobre los propios límites de la comprensión humana. A propósito de la próxima presentación de su libro "La comprensión del otro" en la , Quintanilla indaga aquí alrededor de la manipulación, el alcance de la psicopatía en el mundo de la política y los principales obstáculos que enfrentamos en el Perú en nuestra agreste ruta rumbo a una necesaria comprensión recíproca como nación.



— En primer lugar, quisiera formularte la pregunta que tú mismo te haces al inicio del libro: ¿qué es comprender a un ser humano?
La comprensión es un fenómeno muy complejo que tiene muchas dimensiones. Cuando nos comprendemos mutuamente ponemos en ejercicio habilidades neurológicas, lingüísticas, psicológicas y culturales. Comprender a un ser humano es, en primer lugar, atribuir un conjunto de estados mentales (creencias, emociones, sentimientos, deseos) para poder dar sentido a su comportamiento y, sobre todo, para generar un espacio compartido con el otro.

"La comprensión del otro" por Pablo Quintanilla.
"La comprensión del otro" por Pablo Quintanilla.

— ¿Y qué dirías que ha sido para ti lo más difícil de entender, precisamente, a lo largo de tu estudio de la comprensión humana?
Yo me he interesado por abordar el tema de la comprensión desde la mayor cantidad de ángulos posible, y quizá el más complejo de ellos es el que tiene que ver con los procesos cerebrales que están activos o no en el fenómeno de la comprensión, muchos de los cuales son de muy reciente estudio. Por ejemplo, el sistema de neuronas espejo, que son un sistema de neuronas que se activan cuando observo a una persona realizando una acción o teniendo una experiencia y me hacen a mí sentir esa experiencia como si fuera mía. Por ejemplo: supongamos que tú sacaras una manzana y le das un mordisco, entonces se van a activar en mi cerebro las neuronas que se activarían si yo le diera un mordisco a una manzana.

— ¿Una especie de mimetización emocional?
Exactamente, pero no solo emocional, sino también cognitiva, y entonces mi cerebro en un sentido literal experimenta lo que experimentaría si yo mordiera la manzana. Esto se llama neuronas espejo, que es el trasfondo neurológico de la empatía. Por ejemplo, cuando veo a una persona con cara de sufrimiento o a una persona accidentada, yo me afecto, es casi como si a mí me doliera.

— A menos que seas un psicópata.
El caso de los psicópatas es filosóficamente interesante porque los psicópatas no tienen ningún problema en reconocer los estados mentales ajenos. El problema con el psicópata es que la comprensión del otro no lo afecta emocionalmente. El psicópata, precisamente, tiene una gran habilidad por encima del promedio para reconocer los estados psicológicos de los demás y darse cuenta de lo que las demás personas quieren, desean, temen, creen, y por eso son grandes manipuladores.

— ¿Y grandes políticos quizá?
Y grandes políticos. Yo me atrevería a decir que el porcentaje de psicopatía en el mundo político es mucho más alto que en el resto de la sociedad. Pero, claro, el caso del psicópata es un caso extremo. Normalmente se habla de rasgos psicopáticos. La mayor parte de seres humanos tenemos algún rasgo psicopático, mínimo.

— Apelando al esquivo concepto de nación en el Perú, ¿cuáles dirías que son los mayores obstáculos que tenemos en el camino de nuestra comprensión mutua?
Creo que hay obstáculos de dos tipos. El primero y el más grave es que en muchos casos no queremos comprendernos, que lo que nos interesa es más bien obtener beneficios personales.

— La doble agenda.
Exactamente. Y eso se nota con claridad en la política, donde a veces aquel que es reconocido como buen político es precisamente el más manipulador. Ahí tenemos un primer problema: la falta de deseo sincero de comprensión. Y el segundo problema es el hecho de que somos un país extremadamente diverso, que compartimos pocas cosas a nivel de valores, creencias y deseos, lo cual no necesariamente es malo, porque la heterogeneidad es positiva siempre que yo pueda comprender la diversidad del otro. No tolerar al otro, sino comprender al otro. Cuando se habla de la sociedad ideal se habla de una sociedad tolerante, pero uno tolera a alguien cuando no le queda más remedio que aguantarlo. La comprensión implica la creación de un vínculo. Los seres humanos hemos desarrollado para tener relaciones de cooperación con el endogrupo, o sea, mi familia, mis amigos; y relaciones de competencia con el exogrupo, que son las personas de otro grupo social, de otro país. Una sociedad se desarrolla no cuando tolera a los otros, sino cuando los comprende, y cuando lo haces deja de ser un otro para ser parte del nosotros.

— Y en un contexto de creciente xenofobia, ¿de qué podemos echar mano para comprender a ese otro venido de fuera?
Lo primero es que la comprensión tiene como condición de posibilidad la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar del otro y de reconocer que yo podría ser un migrante, que yo podría haber sido un migrante o podría serlo en el futuro. Eso se llama simulación, que es la capacidad de imaginar mundos alternativos. Aristóteles dice algo maravilloso en relación a la compasión, que es el padecer con el otro, el sentir con el otro. Él dice que para que tú puedas compadecerte de otra persona tienes que tener cierta distancia de ella, pero no demasiada, porque si el otro es demasiado diferente de ti, no puedes imaginar estar en su lugar; pero tampoco puede ser una persona demasiado cercana a ti, y el ejemplo que pone Aristóteles es maravilloso. Él dice: uno no se compadece de sus hijos, uno sufre con sus hijos.

Quintanilla echa mano de las enseñanzas de Aristóteles sobre los alcances de la compasión: "Uno no se compadece de sus hijos, uno sufre con sus hijos".
Quintanilla echa mano de las enseñanzas de Aristóteles sobre los alcances de la compasión: "Uno no se compadece de sus hijos, uno sufre con sus hijos".

— El año pasado, en una entrevista decías: “Hay que desconfiar de una posición filosófica que no nos haga mejores personas”. ¿De qué posiciones filosóficas hay que desconfiar, por ejemplo?
Pues yo estaría pensando en formas de hacer filosofía que no tienen ningún tipo de relevancia para la sociedad, que son excesivamente técnicas o eruditas y que no tienen como objetivo que uno sea una persona más completa, mejor persona para la sociedad. En algunas ocasiones la filosofía termina siendo una forma de enajenación, o sea, una forma de alejamiento de ti mismo.

— ¿Y en qué medida dirías que este estudio te ha hecho a ti mismo una mejor persona?
No lo aseguro, pero espero que haya sido así. Por una parte me ha generado autoconocimiento, que es uno de los objetivos principales por los cuales uno hace filosofía: conocerse un poco más, y eso ya es mejorar como persona. Entonces, en la medida en que he intentado, o logrado, depende de cómo se vea, examinar los mecanismos que están presentes en procesos que son esencialmente humanos, como la comprensión, la interpretación, la comunicación, el acuerdo, el malentendido, la manipulación, siento que esto me permite tener una vida más plena. Y esto tiene consecuencias morales, sin duda, porque me obliga a intentar una forma de vida que esté gobernada por este tipo de valores.

— En tiempos de reguetón, ¿cuál es tu esperanza de público para tu quehacer?
Bueno, a mí me genera mucha esperanza que mis hijos detestan el reguetón, pero entiendo tu pregunta. El mundo y el Perú pasan por una situación que parece paradójica, pero no lo es. Por una parte, cada vez nos parecemos más unos a otros. De otro lado, cada vez nos podemos permitir ser más diferenciados. Hoy, como nunca, en el Perú estamos siendo influidos por el reguetón, por el vals criollo, por distintas formas culturales, literarias, lingüísticas. La globalización ha permitido que podamos compartir mucho, pero en este compartir podemos ser diferentes. Entonces, si me preguntas si yo soy optimista o no en relación con la producción intelectual y filosófica, definitivamente sí. Porque a pesar del reguetón, siempre va a haber seres humanos que tengan más exigencias de lo meramente cotidiano. Siempre va a haber seres humanos que consideren que la vida que no es examinada no merece la pena de ser vivida, que es una frase de Sócrates.

— Me viene a la mente una frase que leí alguna vez a propósito de la irrupción de los emoticones: que la simplificación del lenguaje lleva a la simplificación del pensamiento. ¿Estamos cayendo en esto?
Sí. Mientras más simple sea el lenguaje que una persona emplea, probablemente más simple sea su vida interior, psicológica. Y viceversa. Pero no creo que esto implique que la sociedad en conjunto está simplificando su vida subjetiva. Lo que creo es que hay grupos humanos, quizá muy numerosos, que tienen una vida subjetiva muy rudimentaria, pero el mundo contemporáneo permite que aquellos que no se satisfacen con eso puedan, en efecto, complejizar su vida subjetiva. No estoy de acuerdo con los pesimistas que piensan que el mundo, y en concreto el Perú, tiende a un proceso de banalización, de estupidización permanente. Marco Aurelio Denegri, mi amigo, no hablaba más que de eso. Lo que creo, más bien, es que la diversidad y las posibilidades tecnológicas hacen que uno sea más libre que antes para llevar una vida banal o para llevar una vida profunda. Depende ya de uno, y no solo del estrato social en que naciste o el colegio en el que te educaste, o de si tuviste la suerte de que tus padres te mandaron a la universidad o no. Cada vez más eso es irrelevante. Felizmente.

— ¿Y qué es lo relevante?
Lo relevante es la decisión personal, porque ahora un joven de 15 años en un pueblo del valle del Colca tiene acceso a Internet, y con eso tiene acceso a lo que se está publicando en todas las universidades del mundo en este momento. Eso nunca ha ocurrido en la historia de la humanidad. Hace treinta años, si un chico nacía en un pueblito en el valle del Colca estaba condenado casi con certeza a la ignorancia si es que no ocurría una cosa muy espectacular. Hoy día ya no es así. Hoy día los procesos de acceso a la cultura, y los procesos de migración y de movilidad social, que son buenos, han transformado esa suerte de determinismo en el que estábamos sometidos.

MÁS INFORMACIÓN 
​Lugar
: Feria Internacional del Libro. Auditorio Laura Riesco.
Dirección: Parque Próceres de la Independencia (Av. Salaverry cdra. 17, Jesús María).
Fecha: 30 de julio, 7 p.m.

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