Primer día de la FIL 2019
Primer día de la FIL 2019
Daniel Goya

Tal vez vista desde el arriba la  (FIL) parezca una nave espacial. Las luces más intensas provienen, cómo no, de las editoriales y librerías más grandes. Aquellas podrían ser los propulsores de ese hipotético navío galáctico. Los toldos usados este año tienen formas geométricas enormes y pliegues aerodinámicos. Las escaleras del parque, donde se ha armado toda la feria, simulan plataformas de ascenso y descenso para los oficiales al mando. Mientras que la tripulación, el público, se mueve de un lado para otro como sabiendo a dónde deben ir y qué misión cumplir. Sí, una nave vista desde arriba, un vehículo que alberga a aquellos seres raros, rarísimos, casi extraterrestres, que disfrutan de la lectura y no la ven como una obligación laboral ni académica.

FIL 2019
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Hay exactamente 231 pasos desde el medio de la feria hasta el baño más cercano. Pero solo 20 pasos desde ese mismo baño hasta los puestos de comida. Una salchipapa con chorizo y huevo frito más su “gacela” bien “Elena” cuestan 20 soles. 16 son los escalones que llevan a la plataforma más alta de la feria, la misma donde se encuentra el espacio dedicado a Mario Vargas Llosa, el Nobel peruano tema de esta edición. Allí se puede ver una línea de tiempo de la producción literaria del escritor, una infografía de su vida. Es posible conocer sobre las discrepancias con su padre, sus autores favoritos y las portadas de sus libros. También hay una cortina roja que parece ocultar un secreto, al cruzarla se revela cuatro fotografías enormes que simulan estar rodeado de una librería inmensa.

FIL 2019
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Chicos, grandes y más grandes se toman selfies con la pared que tiene el rostro de Vargas Llosa impreso. Personal de las editoriales y librerías cierran coordinaciones de último momento por teléfono. Algunos editores han adoptado sin miedo la moda de los octágonos para prevenir del contenido de sus libros. “Alto en emociones”, “Alto en diversión”, dicen algunos.

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Niños y adolescentes han llegado con el uniforme del colegio. Hay universitarios, padres de familia, señores que deben usar bastón, señoras que caminan muy lento pero seguras. Vendedores que aprovechan un descuido para colocar un papel publicitario en las manos de cualquier visitante desprevenido. Personas que piden una rebaja, parejas que se separan para comprar cada uno por su lado previa promesa de volverse a encontrar en el patio de comidas.

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En la FIL se pueden reconocer diferentes tipos de vendedores. Están los que se parecen a los amantes de la pesca. Llegan y se sientan a esperar a que alguien muerda el anzuelo. Otros, son los están lejos de sus stands y aprovechan que cualquiera se acerque para conducirlo rápidamente a su puesto. Hay los que hicieron bien su tarea y están preparados para resolver cualquier duda de cualquier libro, de cualquier autor, de cualquier edición. Pero hay otros que no saben si cuentan con el ejemplar o si alguna vez lo tuvieron o si en algún momento les llegará.

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Pero dentro de toda la variedad de vendedores resalta la especie más avanzada, la que parece genéticamente diseñada para no darse por vencida y nunca dejar ir a un potencial comprador. Ofrecen programas de lectura rápida, métodos innovadores para terminar de leer un libro en un día. Costosas clases para entender lo que se lee y que nada se escape a la comprensión lectora. Ellos están entrenados y capacitados para presentar uno o dos argumentos frente a cualquier negativa.

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Tal vez una de las cosas que más llama la atención en la FIL es que las personas caminan y miran libros. No es broma ni exageración, lo hacen con naturalidad, transitan muchos metros y transcurren varios, pero varios, minutos sin que surja la imperiosa necesidad de revisar el teléfono. Aunque todavía no haya estudios confiables ni concluyentes es muy posible que el parque Próceres de la Independencia de Jesús María, donde se realiza la feria, sea el lugar en Lima con menos uso de teléfonos celulares por metro cuadrado de toda la capital.

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Durante la noche, dos horas antes del primer conversatorio en el que participaría Mario Vargas Llosa ya habían personas en la puerta del auditorio Blanca Varela que esperaban encontrar buenos lugares para ver al premio Nobel. Y aunque el escritor de la “Fiesta del Chivo” no es conocido por su impuntualidad, lo cierto es que el conversatorio se retrasó cerca de 30 minutos y cuando comenzó varias personas seguían en la puerta.¡Esto es una burla! ¡Abran las puertas!, gritaban. Fue tanto el escándalo que en un momento uno de los panelistas, el también escritor, Carlos Alberto Montaner no pudo seguir con la conversación.

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Cerca de las 9 de la noche los puestos con más gente son los de comida. Las mesas tienen platos de comida rápida y los asientos tienen alrededor bolsas con el botín del día. Libros, revistas, comics, uno que otro póster. La FIL seguirá hasta el 4 de agosto y este primer vistazo solo dice cómo empezó todo. El final, el cierre, será otra historia.

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