Leonardo Ledesma tiene en "Barrio laberinto" su primer recopilatorio de cuentos de autoría total. Su anterior publicación compartió créditos con J.J. Maldonado. Fotos: Penguin Random House/ Archivo del autor.
Leonardo Ledesma tiene en "Barrio laberinto" su primer recopilatorio de cuentos de autoría total. Su anterior publicación compartió créditos con J.J. Maldonado. Fotos: Penguin Random House/ Archivo del autor.
José Carlos Yrigoyen

En 2019, dos jóvenes escritores, J.J. Maldonado y Leonardo Ledesma Watson (Lima, 1988), publicaron sus cuentos en un volumen mancomunado, “El demonio camuflado en el asfalto”. Maldonado por ese entonces ya tenía dos libros editados; Ledesma, en cambio, recién debutó oficialmente con aquel lanzamiento. Los textos que presentó recalaban en el terror y la ciencia ficción, tomando el convulso barrio de Matute como superficie para la intriga y el miedo psicológico que asediaban a sus protagonistas. Cuando el libro apareció, señalé que en sus mejores relatos Ledesma era capaz de construir atmósferas y espacios populares convincentes, y que en los menos logrados se ahogaba entre diálogos demasiado explicativos y escenas que se alargaban sin justificación, debido a sus indefiniciones al momento de priorizar los tramos decisivos de sus historias.

Estas virtudes y limitaciones reaparecen en su primer título firmado sin acompañamientos, “Barrio laberinto”, que a diferencia de los cuentos anteriores se aferra a un registro realista, pero prosiguiendo con el interés de moverse en el ámbito callejero, privilegiando nuevamente los edificios, esquinas y antros de Matute. Buena parte de los relatos se sitúan en esa unidad vecinal y en otros parajes populosos de Lima durante los años noventa. Ledesma fija ese cronotopo como una especie de imperfecto paraíso perdido donde, pese a la violencia, la muerte y la pobreza, hay lugar para la inocencia, el deslumbramiento del amor juvenil y la emoción infantil de triunfar en las canchas de las divisiones inferiores. Existen correspondencias no solo con Oswaldo Reynoso, sino también con los libros iniciales de Sergio Galarza, cuyos inexpertos personajes vagabundeaban entre calles peligrosas con el corazón en la mano.

El universo de Ledesma se enfoca en los niños y los adolescentes, los seres más desguarnecidos frente a la disfuncionalidad social. Estos luchan por no perder esa pureza que no se han dejado arrebatar contra todo pronóstico, y que el contacto con el mundo adulto pone en riesgo de modo latente. Lo dicho acontece en “Pequeño manual para entender a mi amigo”: las convicciones y las pasiones de la primera infancia del protagonista se confrontan con la posibilidad de obtener éxito en el club adversario. El conflicto del fantasma del fracaso y la carga de una traición espiritual remonta los sucesos para decantarse en un apólogo moral que evita el buenismo o la sensiblería. Pero es en “Eileen” -el mejor cuento del conjunto- donde se desarrolla y resuelve con más eficacia la situación de mantenerse invicto en una realidad defectuosa. La historia de una simpática chica chilena que es abusada sexualmente en distintas oportunidades y, sobreponiéndose al asco y al miedo, emerge limpia para retirarse “por una entrada luminosa” funciona muy bien a nivel de concepción de personajes, despliegue de lugares y de los objetos, grandes y pequeños, que les otorgan fisonomía propia y atractiva. Una mirada semejante recorre “Hasta que termine el verano”, largo texto en que “el amor puede más que la suciedad” y el sacrificio de una muerte prematura da pie a la conciliación que contienen los afectos al fin expresados.

Aunque “Barrio laberinto” es un primer libro en el que resaltan algunos textos conseguidos -a “Eileen” hay que sumar “El fantasma de la Remington” y “Pequeño manual”- no todos los cuentos demuestran la misma pericia. En “La guerra de los niños”, “Algo fría y con olor a pan” y “El laberinto y la rabia”, Ledesma es eficiente ilustrando peripecias, pero percibimos una manifiesta dificultad por aprehender lo que Saul Bellow llamó “las misteriosas circunstancias del ser”, obstáculo que intenta superar interrumpiendo lo narrado con reflexiones sentenciosas (y que en “La guerra de los niños” rozan la moraleja). Sin embargo, el lastre más pesado para Ledesma sigue siendo los diálogos, a veces tan explicativos que se diluye la verosimilitud de lo que cuenta, dañando así todo afán de oralidad. Solo en “Eileen” hallamos frescura e ingenio cuando los personajes dialogan, discuten y se confiesan. Este relato -insisto- debería figurar en cualquier antología de narrativa joven que se respete.

Ledesma posee recursos, obsesiones personales y de interés y una pluma que en su sencillez resulta fluida y eficaz. Le falta materializar, sobre esa base, la densidad emocional que toda madurez conlleva. La cancha está servida.

La ficha

Autor: Leonardo Ledesma Watson

Título: Barrio laberinto.

Editorial: Alfaguara

Año: 2021

Páginas: 166 pp.

Relación con el autor: cordial.

Valoración

★★★☆☆

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