Enrique Planas

Desde ciencia ficción hasta gastronomía, pasando por espías, melodramas y lucha libre, el manga lo alcanza todo. Pero sus dos grandes naves de desembarco tienen una clara división de género: el “Shōnen”, dirigido al público masculino joven, y el shōjo, su equivalente femenino. El privilegio de la acción, las aventuras y el combate, en el primer caso, y el desarrollo de las historias románticas o de amores complicados, en el segundo. Y esta verdad obvia para cualquier joven consumidor de historietas ya empieza a permear en otras cabezas, sea la de los padres, maestros o incluso el mundo de la Academia, con sorprendidos catedráticos que deben leer tesis sobre cómo Candy Candy recicló el melodrama victoriano o analizan el impacto de “El juego del calamar” en los televidentes peruanos.

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