"Caiga quien caiga" es una película protagonizada por Miguel Iza (Foto: Difusión)
"Caiga quien caiga" es una película protagonizada por Miguel Iza (Foto: Difusión)
Maribel De Paz

Como el colmo de los colmos, José Ugaz comenta los términos de la carta notarial que el director del filme, Eduardo Guillot, ha recibido del mismísimo Montesinos: en ella se le conmina a no estrenar su película, , por afectar "la buena imagen" del sombrío ex asesor.

Sobre la rancia tradición de la corrupción en el Perú y el tránsito de su propia historia al papel y de ahí a la pantalla grande conversamos con Ugaz, quien en el 2000 aceptó el encargo de ser el procurador ad hoc en el Caso Montesinos.

—En el tráiler del filme se le oye a Montesinos decir lo siguiente de usted: "Sé quién es; no es nadie".
Es evidente que él ninguneaba a todos los que se oponían a su proceder. Durante mi trabajo como abogado, y él como asesor del presidente, surgieron algunos temas en los que yo representaba intereses que a él no le convenían, porque eran clientes empresariales que Montesinos quería extorsionar, y cuando él se enteró de que yo me estaba oponiendo al pago de los sobornos, su planteamiento a mis clientes fue: "Mientras Ugaz esté en ese caso nunca lo van a ganar". Era clara la confrontación que tenía conmigo en estas circunstancias. Por eso me da risa cuando en la película dice "ese abogaducho", o algo por el estilo, porque si hay un perdedor en esta historia, el gran perdedor es él.

—El director de la película ha dicho que Montesinos encarna la maldad. ¿Cómo lo interpreta usted?
Yo creo que Montesinos es la expresión de una personalidad patológica, con esta ambición desmedida del poder, esta tendencia narcisista sin límites, sintiéndose que era una persona muy por encima del normal de los seres humanos. Pero mucho más brillante que él, incluso para las cosas vinculadas a todo lo negativo que ocurrió en esa época, fue Merino Bartet, que era ese funcionario del Servicio de Inteligencia que asesoraba a Montesinos. Era el asesor del asesor. Y alguna vez, cuando entrevisté a Merino ya ante la caída del régimen, él me dijo: "Montesinos era un ordinario, un tipo sin mayor conocimiento, pero le encantaba ufanarse de que era una persona brillante". Creo que efectivamente eso lo pone en su real dimensión.

—Una pregunta que seguirá flotando en el ambiente es: ¿merecemos esto como país?
Yo creo que lo hemos buscado, aunque en sus orígenes no, porque la corrupción estructural que padecemos es producto de una circunstancia histórica. Es el patrón de colonización que implantaron los españoles. Pero luego ya los peruanos como tales no hemos hecho nada por cambiar la historia, y lo que es evidente es que no estamos frente a hechos circunstanciales, sino a una corrupción que tiene un carácter sistémico. Lo que hoy estamos viviendo no es un nuevo capítulo, no es una reedición de lo que hemos vivido en etapas anteriores. Es más de lo mismo [...] La corrupción se aprende, y como toda costumbre adquirida puede también ser cambiada. Hay una suerte de resignación fatalista mezclada con un poco de cinismo de decir "bueno, así somos, somos peruanos, esto no lo arregla nadie". Y entonces ponemos una sonrisita cachosa y decimos: "Vamos para adelante".

—¿Y cómo diría usted que opera la corrupción en la mente humana?
La corrupción tiene que ver con la ambición, y la ambición es inherente al ser humano. El problema se produce cuando la ambición se desboca. Tenemos que poner en la balanza, en un platillo, el propio interés por el beneficio de uno y de los suyos, y en el otro platillo lo que llamamos bien común. Tiene que haber una cesión de mi propio beneficio personal para tratar de que el conjunto en el que yo estoy inserto pueda tener mejores niveles de vida, y eso es lo que diferencia a un país desarrollado de uno subdesarrollado. Creo que parte de nuestro problema es que esa noción de bien común no existe, o está muy debilitada, y lo está además por el racismo, por una debilísima institucionalidad, y por una falta de reacción de sistemas de control… Si nuestros jueces y fiscales están en lo que están, es evidente que va a haber muy poca capacidad para controlar esto.

—¿Qué escena le inquieta más al verla plasmada en pantalla?
Ufff, emocionalmente, la de mi padre. Cuando en la película está en la clínica, aunque en la realidad estaba en la casa de mi mamá ya bastante mal. Probablemente esa es una escena a la que yo le he dado mayor adaptación mental por el impacto emocional que tuvo para mí. Incluso desde antes, cuando hablé con él de los riesgos que esto podía significar, de que hubiera conocidos que vinieran a pedir algún tipo de consideración, y mi papá fue muy tajante al decir: "Tú haz lo que tengas que hacer, y si alguien utiliza mi nombre o el de tu mamá, tú me avisas, y sigue adelante con tu trabajo". Esa escena para mí es fuerte.

"Caiga quien caiga" es una cinta basada en el libro escrito por José Ugaz (Foto: El Comercio)
"Caiga quien caiga" es una cinta basada en el libro escrito por José Ugaz (Foto: El Comercio)

—Se le tildó en algún momento de ingenuo al recibir este encargo del propio Fujimori. Ernesto de la Jara fue particularmente duro al responder a la referencia que hace usted de él en su libro. ¿Cómo manejó esto?
Yo fui consciente desde el primer momento de que aquí había un riesgo muy grande de que yo pudiera ser utilizado, manipulado, o que esto fracasara de mala manera, y cuando fui a hacerle la propuesta a Ernesto entendí perfectamente sus razones. Por eso, cuando yo presento esto al comienzo del libro, lo pongo bien (a De la Jara). Nunca entendí por qué se molestó él con esta parte de la historia, porque yo hablo de su trayectoria y del respeto que le tenía y le tengo. Creo que ha sido un ciudadano y un abogado sumamente comprometido con la defensa de los derechos fundamentales, y por eso pensé en él… No ha sido ni fue nunca mi intención decir "en esta historia hay valientes y hay cobardes, y yo soy el valiente y aquí hay un cobarde". No fue así.

—Sin embargo, usted es el Supermán de la película.
Bueno, esa es la forma como la película lo plantea. Efectivamente, es algo que no se condice con la realidad, y eso no está planteado así en el libro. En el libro no vas a encontrar eso de "el Perú te necesita, tú eres el hombre, solo tú lo puedes hacer". Eso le corresponde a la película. Si algo no he tenido en esta historia es una desconexión con la realidad. Yo era una pieza de un mecanismo que se activó y funcionó… Ahora que las estaba escuchando de espaldas [para las fotos], esas frases me parecen excesivas. Qué roche, ¿no? O sea, yo no soy así.

—¿Pero que vengan las palmas?
Bueno, vamos a ver. De repente vienen pifias… Pero el último detalle interesante es que el director ha recibido una carta notarial de Montesinos a través de su abogada Estela Valdivia, conminándolo a que no estrene la película porque afecta su derecho a la intimidad y su buena imagen. Y dice "buena imagen", no dice "imagen". Son cinco páginas donde amenaza con una serie de textos legales y dice que si se estrena la película va a denunciarlo penalmente. Entonces, ya esto es un elemento adicional que rebasa los ribetes macondianos de esta historia, lo vuelve real maravilloso. O sea, que Montesinos hoy en día hable de su buena imagen para impedir que se estrene la película es muy interesante.

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