Sonia del Águila

(Roma, 1968) conoce el Perú desde mucho antes de visitarlo. Se sumergió en sus calles y en su historia a través de las novelas de Mario Vargas Llosa -sobre todo de las ambientadas en nuestro país- y de sus charlas en España con el Nobel peruano. “Desde adolescente es uno de mis faros literarios”, reconoce la actriz ítalo española, quien llegó a Lima para rodar “La costurera”, largometraje de Daniel Rodríguez Risco, en el que comparte roles con el artista chileno Luis Gnecco y los peruanos Mayella Lloclla y Emanuel Soriano.

Es mi primera visita al Perú, un destino que siempre estuvo entre mis pendientes. Estoy fascinada con sus lugares, su gente y su comida. Después del rodaje, que se inicia el primero de mayo, visitaré Machu Picchu y la selva. Mi familia vendrá para hacer el recorrido juntos”, refiere la artista, cuyo nombre fue tomado de la hija del gran poeta español Rafael Alberti (quien le dedicó un poema, “Aitana, la niña nueva).

Sánchez-Gijón debutó a los 16 años como actriz de televisión en la serie “Segunda enseñanza” (1986) y a los 27 incursionó en Hollywood junto a Keanu Reeves, en el drama “Un paseo por las nubes”, en 1995. Ese mismo año estrenó “Boca a boca”, “La ley de la frontera” y “Balthasar el castrado”. Se convirtió en la actriz española de moda. Fue la primera mujer en presidir la Academia de Cine española en 1998 y ha ganado una Concha de Plata en el Festival de San Sebastián.

La actriz ítalo española Aitana Sánchez-Gijón protagonizará la película peruana "La costurera". Las grabaciones se inician el 1 de mayo. (Foto: Alessandro Currarino)
La actriz ítalo española Aitana Sánchez-Gijón protagonizará la película peruana "La costurera". Las grabaciones se inician el 1 de mayo. (Foto: Alessandro Currarino)
/ Alessandro Currarino

─¿Cómo te llegó la propuesta de Daniel Rodríguez Risco? ¿Qué te motivó a aceptarla?

La propuesta llegó directamente de Daniel a mi agente. Al principio me sorprendió porque pensé que era una coproducción con España, que es lo habitual. Pero no es así. Es íntegramente peruana. Simplemente, Daniel tenía ganas de que yo interpretara el personaje. Y a mí me fascinó la historia tal y como está contada, también el universo que pretende retratar con un tono de fábula. Es bastante íntima: tiene que ver con la corrupción, el clasismo, el favoritismo.

─¿Qué rol tienes?

Soy Irene, la villana de la historia, la mujer del General Dancourt. Está en medio de una campaña electoral para convertirse en la nueva presidenta de la Asociación de Esposas de Militares. Es manipuladora, se ha aprovechado del sistema corrupto para llegar a dónde está. Y Dana Mejía, el personaje que interpreta Mayella, es la costurera, la heroína de la historia. Una mujer luchadora que no se amilana ante nadie.

─Es una película en que los efectos y el tema digital van a tener un protagonismo importante.

De hecho una gran parte de todo lo escenográfico se va a crear digitalmente. Desde el guion te das cuenta que hay cosas que son un poco “Alicia en el País de las Maravillas”.

Amistad con el Nobel

─¿Cómo fue trabajar con el escritor Mario Vargas Llosa en el teatro?

Fue un regalo acompañarlo en toda esa experiencia teatral, en esa ilusión que tenía de hacer teatro, de sentirse actor. Nunca imaginé que estaría diez años de mi vida involucrada en un proyecto tras otro con él. Hicimos cuatro obras juntos. Primero fue “La verdad de las mentiras”, luego “Odiseo y Penélope”, “Las mil noches y una noche” y “Los cuentos de la peste”. También hice “La Chunga”, pero en esta última, él no participó.

─Mario siempre pensó que eras la persona más indicada para que lo acompañes en “La verdad de las mentiras”, pero que aceptes el reto era para él como “soñar con una utopía”.

No sé por qué pensaba así porque, para mí, Mario es uno de los más grandes novelistas del mundo. Leo sus novelas desde joven. Me quedé anonadada con “La guerra del fin del mundo”. Desde ahí, Mario se convirtió en uno de mis faros literarios. Por eso casi me desmayo cuando me contaron lo de “La verdad de las mentiras”.

─Con “La Chunga” pasó todo lo contrario. Pensaba que el único papel que no podías hacer era ese, pero luego de ver tu interpretación dijo que fue “admirable”.

Aunque no lo creas a mí también me costó imaginarme en ese rol, pero precisamente por el reto que suponía quise interpretarlo. Al director también le pareció una muy buena idea. Este es uno de mis trabajos de los que más orgullosa me siento. Fue un punto de inflexión. El día que Mario vino a ver la función, nos abrazó a todo el elenco, llorando, emocionadísimo. Nos hizo llorar a todos. Fue una cosa hermosa.

─¿Recuerdas algún anécdota con el Nobel Peruano?

Antes de salir a escena en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, con “Odiseo y Penélope”, Mario tocó la puerta de mi camerino. Estaba blanco, angustiado. Me dijo para irnos. Le dije que ya no había vuelta atrás, luego, juntos, nos dirigimos hacia el escenario. Yo también estaba nerviosa. Ese día, ambos sufrimos pánico escénico.

"El día que Mario vino a ver la función, nos abrazó a todo el elenco, llorando, emocionadísimo. Nos hizo llorar a todos"

Redacción EC,

Redacción EC,

─Ahora que estás en Lima, ¿han tenido la oportunidad de verse?

De hecho le mandé unos mensajes contándole que venía para acá, pero él ya había regresado a Madrid. Qué lástima no coincidir. Pero me dijo que los peruanos me iban a tratar muy bien y me llevarían a huequitos.

La meca del cine

─¿Cómo accediste al rol de Victoria Aragón en “Un paseo por las nubes” con Keanu Reeves?

Simplemente sucedió. Mi agente me dijo que estaban haciendo pruebas en todo Latinoamérica y España. Hice la prueba, luego me convocaron a Los Ángeles y, finalmente, me dieron el papel.

─¿Cómo es Keanu Reeves lejos de los reflectores? ¿Es verdad que es extremadamente tímido?

Es misterioso y tímido. Tuve muy buena relación con él, pero también es cierto que no participaba en las reuniones. Mientras nosotros estábamos fuera de la caravana, en medio de esos viñedos increíbles, charlando y tocando la guitarra, él estaba metido en su caravana. Pocas veces compartía con nosotros. Me provocaba ternura. También lo veía un poco preocupado porque era su primer rol romántico.

─¿Por qué después de esta película decidiste no trabajar más en Hollywood? ¿Qué te desencantó de la meca del cine?

No me desencanté porque fue una experiencia fantástica; pero debía volver a España porque tenía una compañía de teatro, producíamos nuestros propios espectáculos. Además, allá me sentía muy sola y en todos lados no se hablaba más que de cine. Era como una burbuja un poco irreal. Hice dos castings y nada salía. No tengo mitificado a Hollywood, ni lo tenía cuando fui para allá.

─¿Para qué películas hiciste casting aquella vez?

Una fue para el papel principal de “La máscara del Zorro”. En la prueba me crucé con Catherine Zeta-Jones, que entraba vestida como una amazona. Yo llevaba un vestido de flores y dije: “uy, igual me he equivocado” (Ríe).

─También tuviste un rol importante en “El maquinista” (2004), donde compartiste escenas con Christian Bale, quien tiene fama de ser un actor oscuro. ¿Cómo era él?

No era tímido, pero no hablaba con nadie porque tenía las energías justas para grabar. Solo comía una manzana y algo más (un atún). Estaba en un estado de reposo, en espera. Un día me dijo que le disculpe por no relacionarse mucho conmigo a nivel personal. Al final del rodaje empezó a comer más. Tenía que recuperarse para hacer “Batman”.

─Perdió más de 27 kilos para interpretar a Trevor Reznik. Su aspecto era absolutamente famélico.

Utilizaba maquillaje. El director me juró que no le pidió que baje de peso de esa manera, fue cosa suya. Tengo entendido que le dijo que no era necesario, pero él se empeñó. Es muy exigente consigo mismo.

─¿Cuál consideras tu más grande interpretación?

Medea, esa hija de reyes, descendiente del dios Sol. El hecho de matar a mis hijos cada día, y el trance que vivía durante casi quince minutos en una escena tipo ritual, era extenuante. Era como una posesión en la que acababa embarrada, casi desnuda. Eso es probablemente lo más violento y fuerte que hice.

─¿Es verdad que llevaste ese personaje a casa y de vez en cuando sientes la necesidad de dejarla salir?

No soy de las que me llevo el personaje a casa, pero las emociones por las que atraviesas muchas veces no distinguen lo real de la ficción. Pero es como si el alien de Medea necesitara salir a pasear de vez en cuando, como que habita un poco en mí.

─¿Qué pasa cuando uno se dedica a la interpretación es mujer y a la edad se vuelve invisible?

Sentí ese bajón partir de los 35 años, en el cine, concretamente. Como que pasas de ser la chica de la película a la madre de la chica de la película. Y yo en ese momento tenía un niño de dos años y una recién nacida. Esa era mi realidad. De repente me pusieron de madre, con 35 años, de una actriz de 27. Con el maquillaje y el peinado se creó la diferencia de edad. Es como un agujero negro que se produce en la vida de las actrices a cierta edad. Pero, afortunadamente, cuando menos me llamaban para hacer cine, mi carrera teatral se disparó exponencialmente.

─¿Tienes otros proyectos de actuación pendientes para este año?

Tengo cuatro proyectos muy distintos uno del otro. Son retos grandes. Realmente, es un sueño ser una de las pocas privilegiadas que puede vivir de su profesión. Y para el próximo año haré El padre de Florian Zeller, con el director Juan Carlos Fisher, en España. De alguna manera seguiré unida al Perú (Ríe).


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