En los extremos, de izquierda a derecha, los escritores Albert Camus y Vladimir Nabokov, amantes del fútbol. Al centro, Lionel Messi, jugador argentino, durante la final del Mundial FIFA de Qatar 2022.
En los extremos, de izquierda a derecha, los escritores Albert Camus y Vladimir Nabokov, amantes del fútbol. Al centro, Lionel Messi, jugador argentino, durante la final del Mundial FIFA de Qatar 2022.
/ AFP

¿Qué tuvieron en común un célebre cantante, un existencialista francés y un novelista ruso? ¿Qué rasgo une a músicos como Chico Buarque, Elton John o Bob Marley? ¿Qué hace que bandas de metal o rock progresivo dejen sus guitarras por un rato? Los primeros fueron todos arqueros, los segundos son todos fanáticos del fútbol, integrantes de una larga lista que incluye a otros músicos, escritores o cantantes, sin distinción de nacionalidades o continentes. Como el fútbol mismo, que este año nos ha sorprendido con la presencia de un país africano, por primera vez, en una semifinal del Mundial. Que sea un país, además, árabe, le suma otro rasgo distintivo que haría sentir orgulloso al Albert Camus que creció pateando un balón en Argelia, otro país árabe. Mientras Argentina celebra su victoria en la final de la , damos un repaso a los intelectuales que mostraron su amor por el “deporte rey”.

Real Julio

Seguro muchos lo recuerdan con la mano en la barriga, mientras canta con los ojos cerrados -y mocasines sin medias-, temas como Quijote y esa letra que dice “Soy de aquellos que sueñan con la libertad/ Capitán de un velero que no tiene mar”. Nacido en Madrid en setiembre de 1943, la ruta inicial de Julio José Iglesias de la Cueva parecía llevarlo directo al primer equipo del Real Madrid, antes que a los estudios de grabación. En su juventud, el artista pensaba que los aplausos le llegarían por sus grandes jugadas, más que por su talento vocal. El joven era arquero del Juvenil B del equipo blanco, cuando tuvo la oportunidad de formar parte del primer equipo. Sin embargo, un accidente cambió su destino, la noche previa a su cumpleaños número 19, cuando el auto en el que iba de juerga con un grupo de amigos se estrelló. Ya no solo le preocupaba no volver a jugar, sino tampoco poder caminar. Su recuperación llegó, aunque tardó casi dos años. En ese lapso, un enfermero le regaló una guitarra y, gracias a ella, el mundo conoce hoy a Julio Iglesias, el artista latino más exitoso de la historia. " La música se convirtió en una manera de curar mi físico y mi lado emocional”, dijo alguna vez el cantante. A juzgar por lo logrado, se curó bastante bien.

El hombre rebelde

“Todo lo que sé de moral y obligaciones del hombre se lo debo al fútbol”, dijo Albert Camus en una conferencia pronunciada en enero de 1956, con palabras a favor de la solución pacífica del conflicto entre Argelia y Francia, la patria que lo adoptó y su lugar de nacimiento. Le quedaban menos de 4 años de vida. Aún no había ganado el Nobel de Literatura. En ese contexto, la reflexión del autor de “El extranjero”, resalta que el fútbol, más allá de una actividad deportiva, es también educación para la vida cotidiana. Las lecciones y códigos que aprendió en su formación como deportista formaron también al ser humano e, inevitablemente, la filosofía del autor que conocemos hoy. Albert Camus comenzó como delantero, pero las consecuencias de la tuberculosis que sufrió de niño lo llevaron pronto al arco, una posición en la que no tendría que correr o agitarse tanto en aquellas canchitas improvisadas en una Argel que reunía a católicos y musulmanes en cada abrazo de gol. “Pronto aprendí que la pelota no siempre viene por donde se espera –dijo en una entrevista para France Football, en 1957-. Eso me ayudó mucho en la vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser siempre recta”.

Pálido arquero

“El director de la escuela, que apenas sabía nada de deportes, aunque aprobaba con vehemencia su capacidad de fomentar la sociabilidad, desconfiaba de mi empeño de jugar al fútbol siempre de portero, en lugar de correr detrás de los jugadores”. Así recordó Vladimir Nabokov, en “Habla, memoria”, su peculiar autobiografía, sus días de estudiante y arquero, un puesto que el autor de “Lolita” defendía con pasión, cuando no cazaba mariposas. No llegaría a ser jugador profesional, pero sí entomólogo, traductor, poeta y novelista. Proveniente de una familia acomodada, que había salido de Rusia para instalarse en Londres, jugaba tenis con su padre, pero los partidos en el Trinity College, y luego enla Universidad de Cambridge, eran citas imperdibles. “Me apasionaba jugar de portero. En Rusia y en los países latinos, ese intrépido arte ha estado siempre rodeado de un aura de singular luminosidad. Distante, solitario, impasible”, ha dicho el autor. Eran fines de la década del 10, inicios de los años 20. No había mundiales de fútbol, ni había nacido Pelé. Pero algo de romántico, maravilloso y literario era ya posible vivir al enfundarse una camiseta y saltar al campo para enfrentar a otro equipo. “Yo no era tanto el guardián de una portería como el guardián de un secreto”, escribió también el autor nacido en San Petersburgo en 1899.

Rasta crack

Además de ser el más emblemático cantante de reggae de la historia, Bob Marley también era un gran fanático del fútbol. Organizaba partidos en las giras, reuniendo a músicos, periodistas y colaboradores. “El fútbol es libertad”, decía el hombre que amaba tanto pararse sobre un escenario ante miles de personas para cantar, como convertirse en delantero o mediocampista creativo de un equipo improvisado. En Internet abundan las fotos de Bob Marley jugando fútbol, dejando que sus largos dreadlocks se conviertan en peculiar impulso aerodinámico para llegar al gol. El fútbol, incluso, inspiró su estilo de baile, esos famosos pasos que es posible ver en sus conciertos, en los que saltaba, mientras parecía que dominaba un balón con muslos y pies. “El fútbol es una habilidad, todo un mundo; un universo por sí solo. Yo lo amo porque debes tener destreza para jugarlo”, llegó a decir. Esta pasión casi le salva la vida. En junio de 1978, tras una de las pichangas que solía organizar entre músicos y periodistas, sufrió un pisotón en el pie derecho y llegó a perder la uña. Días después, abrumado por el dolor, acudió a un médico. Tras algunos exámenes le diagnosticaron un melanoma y le sugirieron la amputación del dedo. Rechazó hacerlo, parte por su amor al fútbol y al baile, como por su religión rasta. Ese descuido generó que, en mayo de 1981, falleciera de un cáncer generalizado, con solo 36 años. Jamaica recién jugaría un Mundial de Fútbol en Francia 1998.

El evangelio según Pasolini

Como legado de su trabajo cinematográfico, el italiano Pier Paolo Pasolini ha dejado títulos como “Mamma Roma”, “Las mil y una noches”, “El evangelio según San Mateo” o la polémica “Saló”, pero entre guiones y rodajes, se dio tiempo también para expresar su pasión por el fútbol, algo que en su país se vive de maneras muy particulares. Pasolini era hincha confeso del Bolonia –el equipo de su ciudad de nacimiento-, pero no se cortaba para manifestar su admiración por Enrique Omar Sívori, estrella del Napoli y la Juventus entre fines de los 50 y fines de los 60. “Es la última representación sagrada de nuestra época. En el fondo es un rito, aunque también es evasión. Mientras que otras representaciones sagradas, incluso la misa, están en declive, el fútbol es la única que nos queda”, escribió el cineasta. Uno de sus recuerdos juveniles más queridos eran sus tardes jugando al fútbol con amigos en los Prados de Caprara. El periodista Valerio Curcio se dio tiempo de recopilar entrevistas, fragmentos literarios y testimonios en los que Pasolini amplía su relación con el deporte que más amaba. “El fútbol según Pasolini” es producto de esa investigación.


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