MDMA
MDMA

Por Juan Luis Nugent

AGONÍA Y ÉXTASIS
La MDMA podría ofrecer un prometedor tratamiento para la adicción al alcohol.

El alcoholismo es una enfermedad que mata. De acuerdo con la OMS, al año 2016, se estimó que el consumo excesivo de alcohol era responsable de cerca del 5 % de muertes anuales en el mundo. Y el futuro no pinta muy prometedor. En los próximos diez años habrá más bebedores de los cerca de 2.300 millones que hay actualmente. Es necesario, por eso, encontrar tratamientos que sean más efectivos que los existentes. Y para eso hay que buscar en lugares a los que el prejuicio normalmente no nos conduciría.

En el Imperial College de Londres, por ejemplo, desde el año pasado se vienen haciendo los primeros ensayos clínicos para una terapia en la que la MDMA juega un rol central en el proceso de rehabilitación. La metilendioximetanfetamina o MDMA —conocida como éxtasis— fue sintetizada a comienzos del siglo pasado. A mediados de la década de los ochenta, cuando alcanzó su apogeo entre amantes de la música electrónica, la cultura rave y algunos psicoterapeutas, fue declarado ilegal por la DEA.

Ahora, la idea es utilizar dosis controladas de la sustancia como complemento de las terapias de pacientes con problemas de adicción o abuso de consumo de alcohol. De los 11 voluntarios que participan en la fase experimental, solo uno ha tenido una recaída. Si, como señala uno de los especialistas involucrados, la tasa de éxito se mantiene, podríamos estar hablando de un tratamiento por lejos más eficaz que los que existen actualmente.

El portal Gizmodo, asimismo, da cuenta de que en Estados Unidos se vienen haciendo estudios similares con el uso de MDMA y psilocibina (hongos alucinógenos) en tratamientos para personas con trastorno de estrés postraumático, depresión crónica, trastorno bipolar, entre otros.

Cabe preguntarse cuánto más rápido avanzarían estas investigaciones si las sustancias en cuestión no fueran ilícitas.

Arañas
Arañas

ARAÑAS GALLITO
Los impactos de las tormentas tropicales en la evolución de algunas especies.

El planeta se calienta. Y los fenómenos naturales empiezan a salirse de control. También las arañas. En el caso de huracanes, se sabe que causan mayores estragos y pérdidas de todo tipo a su paso. Pero su intensidad y frecuencia también tienen implicancias en la flora y fauna de los entornos afectados. En Estados Unidos, un artículo académico publicado en el journal Nature Ecology and Evolution informa cómo una especie de araña (Anelosimus studiosus), que habita en la costa atlántica de Norteamérica, tiende a ponerse más agresiva como consecuencia de estos fenómenos. Para ello, se estudió el comportamiento de distintas colonias en más de 200 localidades en Estados Unidos y Canadá. Se les evaluó antes y después de las tormentas. Las colonias más agresivas mostraron una mayor tendencia a reproducirse. ¿Pero por qué se ponen tan saltonas las amigas de ocho patas? Un artículo de Wired dice que es probable que debido a la alteración del suministro de alimentos. No hay que ser araña para saber que la escasez pone a cualquiera irritable y agresivo.

microplástico
microplástico

MICROPLÁSTICOS EN EL ÁRTICO
¿Queda algún lugar en el planeta que no esté contaminado por plásticos?

En el documental Plastic planet (2009), el cineasta austriaco Werner Boote recorre el mundo mostrándonos cómo el plástico ocupa un gran espacio físico en nuestras vidas, tanto en lugares empobrecidos como en naciones ricas. El mensaje es tan explícito como contundente: el plástico está en todas partes. Pero tal vez ahora ha llegado demasiado lejos. National Geographic reporta que se han encontrado cantidades sustanciales de microplásticos en una zona aledaña a Groenlandia. La noticia se dio a conocer en el journal Science Advances.
Los especialistas concluyeron que la única forma en la que los microplásticos podrían haber llegado a una localidad tan remota es cayendo en forma de nieve. Lo cual implica que están en la atmósfera, posiblemente viajando a través de corrientes de aire. El impacto aún no se conoce en su real magnitud. Pero la ciencia coincide en señalar que no es idóneo (para ninguna especie viva) ingerir fragmentos de plástico mediante la respiración o los alimentos.

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