Los lienzos pueden encontrarse en el Museo del Arte Religioso de Cusco. (Imagen: Cortesía del Arzobispado de Cusco)
Los lienzos pueden encontrarse en el Museo del Arte Religioso de Cusco. (Imagen: Cortesía del Arzobispado de Cusco)
/ RAUL MONTERO
Isabel Palomino

Amante de la cultura y protector de los artistas, el sacerdote español, obispo de Cusco y mecenas Manuel de Mollinedo y Angulo (1626-1699) impulsó la producción de numerosas obras en el obispado suroriental del Virreinato peruano durante la segunda mitad del siglo XVII. Entre las obras que se realizaron bajo su mecenazgo, encontramos la serie del que hoy nos convoca, y que fue pintada para la iglesia de Santa Ana, una parroquia de indios.

Lee también: ¿Qué significa ser afroperuano en el 2022?

La fiesta, convertida en tradición, llegó a América de mano de los españoles, pues nació en Europa en el siglo XIII, como consecuencia del florecimiento del pensamiento eucarístico de la época. Fue en 1208, en la ciudad belga de Lieja donde una religiosa, Juliana de Cornillon, propuso la celebración del sacramento del cuerpo y la sangre de Cristo en una fecha ajena a la Semana Santa. Como priora del Monasterio de Mont Cornillon, Juliana de Cornillon afirmaba que, desde su juventud, Dios le había instruido para que un día ella pudiera establecer la festividad del Cuerpo de Dios.

Así fue como el director espiritual de la santa, el canónigo John de Lausana, apoyado por numerosos teólogos, hizo la petición al obispo, Roberto de Thorete, para celebrar la fiesta en honor al Corpus Christi. El visto bueno llegó en 1246, y se estableció como fecha el primer jueves de la Octava de Pentecostés.

Los lienzos pueden encontrarse en el Museo del Arte Religioso de Cusco. (Imagen: Cortesía del Arzobispado de Cusco)
Los lienzos pueden encontrarse en el Museo del Arte Religioso de Cusco. (Imagen: Cortesía del Arzobispado de Cusco)

Lienzos anónimos

A principios del siglo XVII, la conversión de los indígenas estaba prácticamente terminada en el Cusco; sin embargo, el registro visual que nos ofrece la serie del Corpus Christi demuestra que la celebración católica se enriquecía y alimentaba de elementos culturales andinos. En ellas se puede ver el sentido barroco de la ciudad en sus edificios religiosos, en la suntuosidad de la fiesta, la afluencia de los habitantes, la vida y costumbres.

La serie pictórica está conformada por 18 lienzos. En la actualidad, se identifican 16: 12 de ellos se encuentran en el

Las pinturas varían en tamaño: la más pequeña tiene 1,8 metros y la más grande alrededor de 2,1 por 3,5 metros. Los historiadores Juan de Mesa y Teresa Gisbert atribuyen la autoría de la serie pictórica a Diego Quispe Tito y a Basilio de Santa Cruz Pumacallao, por ser los pintores más importantes de la época y por la modalidad colorista propio de los grandes maestros indígenas de ese tiempo. Sin embargo, otros investigadores la atribuyen a dos artistas anónimos.

Los donantes de esta serie fueron varios miembros de la aristocracia indígena asimilados al orden social colonial.

Los lienzos pueden encontrarse en el Museo del Arte Religioso de Cusco. (Imagen: Cortesía del Arzobispado de Cusco)
Los lienzos pueden encontrarse en el Museo del Arte Religioso de Cusco. (Imagen: Cortesía del Arzobispado de Cusco)
/ RAUL MONTERO

Entender el siglo XVII

La serie, inspirada en grabados flamencos, escenifica nuestro mestizaje y la suntuosidad de la fiesta, y presenta valiosos elementos iconográficos. Los cuadros representan procesiones en cuyo primer plano participan pobladores de diferentes sectores socioeconómicos y grupos étnicos, así como los donantes. En segundo plano figuran los santos en sus respectivos carros de madera y andas cargadas por indios; también vemos altares portátiles, retablos tallados y dorados, y arcos triunfales. Las procesiones ordenadas presentan a las autoridades, cabildos, el clero, órdenes religiosas, parroquias de indios y la nobleza vestida a la usanza de la realeza inca. Todos desfilan por las calles y atrios decorados. Al fondo, la élite cusqueña, con sus balcones y ventanas adornadas, contribuye con la solemnidad y pompa. Varios objetos presentes en la composición tienen doble lectura iconográfica, es el caso de la asimilación indígena entre el Sol y la Eucaristía, tema que ha sido profundamente investigado por De Mesa y Gisbert.

Hasta donde se conoce, la serie colonial del Corpus Christi de la que hoy hablamos es la única de gran formato en todo el arte americano que reproduce diferentes momentos del recorrido de la procesión. Por los detalles encontrados, el artista interpretó y narró muy bien diferentes escenas anecdóticas de la fiesta; sin embargo, se tomó la libertad de modificar la composición de los grabados que sirvieron como fuente de inspiración, también añadió nuevos elementos locales, como, por ejemplo, aves de la zona y el papagayo selvático, característicos de la pintura cusqueña.

Estamos frente a valiosas telas que guardan equilibrio y orden. En cada una de ellas se aprecia el buen manejo del color con vivaz cromatismo y ornamentos que revelan el virtuosismo y la formación del artista, así como la capacidad pictórica para descomponer los grabados (y modificarlos de acuerdo a su interés). Pero, sobre todo, el tema previamente racionalizado por el comitente y el artista mantiene el propósito político y religioso de la Iglesia. Buen observador, el artista logra comunicar y educar a través de las imágenes; por lo tanto, el valor también gira en torno a su ejecución técnica, observación, conocimiento del tema y capacidad de transmitir mensajes.

Es preciso señalar que esta valiosa obra ubicada en el Museo del Palacio Arzobispal se encuentra en buen estado de conservación. Por todo ello, esta serie merece ser visitada y disfrutada. Sin embargo, no podremos hacer lo mismo con los otros cuatro lienzos que, según los investigadores, se encuentran en colecciones particulares chilenas.

Además…
Los conflictos del barroco

Es en la segunda mitad del siglo XVII cuando empiezan a presentarse graves conflictos entre los gremios de pintores españoles e indígenas. 

Como consecuencia de esos conflictos, nace la Escuela Cusqueña de Pintura con las características que ya conocemos. 

El barroco cusqueño presenta abundantes elementos decorativos, la contorsión de las figuras, ropajes en movimiento, aves de la zona, así como elementos locales. Además, el barroco andino mezcla elementos de la religión católica con las costumbres y mitos de la cosmovisión andina. 

Contenido sugerido

Contenido GEC