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Stephen King: la suma de todos los miedos - 2

Luego de un grave accidente automovilístico, un escritor es secuestrado y torturado por una fan psicópata; otro escritor se aloja en un cuarto de hotel donde ocurren fenómenos paranormales en los que, sin embargo, no cree; un escritor más se vuelve loco e intenta asesinar a su familia mientras cuida un lujoso parador perdido en medio de la nieve; un hombre negro, analfabeto y noble de más de dos metros, con dones mágicos, está en la cárcel acusado de un crimen que no cometió; un joven poco popular es dominado por un automóvil maligno; un funcionario bancario hace un agujero tras un afiche de Raquel Welch pegado en su celda, cuidadosamente, durante años, para huir de la prisión a través de él; un perro mordido por un murciélago se convierte en un brutal asesino; unos niños practican un oscuro ritual en medio de un maizal; una chica con poderes telequinéticos es agobiada por una madre beata y por el bullying de sus compañeros de clase; unos animales muertos vuelven a la vida; un grupo de chiquillos emprende una expedición para buscar un cadáver; un payaso asesina niños; una ciudad, repentinamente, queda aislada del resto del mundo al quedar atrapada bajo un invisible campo de fuerza. "Miseria", "La habitación 1408", "El resplandor", "Milagros inesperados", "Christine", "Sueños de fuga", "Cujo", "Los niños del maíz", "Carrie", "Pet Sematary", "Stand by Me", "It", "La cúpula", títulos que muchos recordamos gracias a sus respectivas adaptaciones cinematográficas pero que son, en realidad, solo algunos ejemplos del genio de un escritor nacido en Portland, Maine, en setiembre de 1947.
     Tras años de pobreza, encontró en su terco trabajo la varita mágica que servía para tocar al público y hacerlo temblar, aterrado. Porque es posible que todas esas historias tengan otras lecturas: víctimas y victimarios incubados en un aparentemente calmo modo de vida americano; el enfrentamiento contra los propios temores dentro de cuatro paredes; la propia locura personificada en un hotel; un poder y una impotencia que definen la vida de un hombre; la máquina rebelde que toma el poder ante los seres humanos; una prisión como la eternidad; un perro como una borrachera en una novela que el autor no recuerda haber escrito; el fanatismo religioso como arma letal; los poderes psíquicos como una sangrienta posibilidad de venganza; la imposibilidad de la muerte como punto final; la amistad como supervivencia; el miedo ante aquello que aparentaba hacernos felices; la incapacidad de leer en lo inesperado, en lo que supera nuestro entendimiento. “Cuando me preguntan por qué decidí escribir lo que escribo, siempre pienso que es una pregunta más reveladora que cualquier respuesta que pudiera dar. Es como esas barritas de chocolate con caramelo dentro: encubre la suposición de que es el escritor quien controla sus materiales, no al revés”, ha anotado él sobre su oficio.
     Mientras muchos en el mundo se preguntan todos los días cómo podrían hacer para dominar sus propios miedos, Stephen King despierta e incendia, constantemente, los dominios de los suyos, gracias a lo cual es hoy reconocido, influyente y millonario. 

Yo amo el peligro
“¿Por qué no haces callar al niño, Ruth? Este Stephen, cada vez que abre la boca, saca las tripas”, recuerda el autor que decía su padre sobre él mientras aún vivía en casa. Poco después abriría la puerta para no volverla a atravesar de vuelta nunca más. Su niñez transcurrió entre la pobreza y la desesperación, pero ganó algo: lo pasó leyendo libros y cómics, y esbozando sus primeras historias. Su primer relato, publicado más tarde, llevaría un nombre que anticipaba el espíritu que lo haría célebre: “Fui un ladrón de cadáveres adolescente”. 
     Por aquellos años disfrutaba también del cine, pero no de las películas edulcoradas para jóvenes de su edad. “A mí que no me vinieran con ñoñerías, mensajes optimistas y "Blanca Nieves y los siete enanos". A los 13 años quería monstruos que devoraran ciudades, cadáveres radiactivos salidos del mar comiéndose a los surfistas y chicas de aspecto barriobajero y sostén negro”, cuenta en "Mientras escribo", su obra autobiográfica que es, además, un manual sobre cómo escribir bien. 
     En algún momento, durante aquellos años, ganó su primer dólar por escribir: su propia madre, Ruth, le compró cuatro cuentos a 25 centavos cada uno. Vasta diferencia con los 200 dólares que cobraría, algunos años después, en 1970, por la venta de su cuento “El último turno” a la revista Cavaliere; y, por supuesto, mucho más distantes de los 2.500 de adelanto que le dieron por "Carrie" en la editorial Doubleday, en 1973; y ni qué decir de los 400.000 en que se cotizaron sus derechos para la edición de bolsillo del mismo título hecha por Signet Books. Hoy gana un promedio de 50.000.000 de dólares anuales y lleva más de 400.000.000 de libros vendidos. Y pensar que, en su juventud, su madre notó su vocación de escritor gracias a las notas de rechazo que recibía por sus cuentos y que pegaba religiosamente en la pared de su habitación. 
     Cuando el éxito de "Carrie" —la novela— lo encontró, trabajaba como profesor —había obtenido el título en la Universidad de Maine, donde conoció a su esposa, Tabitha, también escritora además de activista—, estaba lleno de deudas, vivía en un departamento miserable y su madre agonizaba como consecuencia de un cáncer. Hasta poco tiempo antes, él tenía un trabajo mal pagado en una lavandería y Tabitha hacía lo propio en un Dunkin’ Donuts. “Mi opinión sobre esos años es que fuimos muy felices, pero que también pasamos mucho miedo. En el fondo éramos muy jóvenes, casi unos niños, y el cariño ayudaba a olvidar los números rojos”, escribió King. 
     Contra la opinión de ciertos críticos que subestimaban su obra —como el canónico Harold Bloom, quien sostuvo que el premio era “otro hito del indignante proceso de entumecimiento de nuestra vida cultural”—, la National Book Foundation le otorgó, el 2003, el National Book Award por su trayectoria y contribución a las letras estadounidenses. Esa contribución por la que, contrario a la opinión de Bloom, el escritor Rodrigo Fresán lo llama “el gran intérprete del terror más profundo de los Estados Unidos”. Los tres años anteriores, el premio lo habían obtenido Ray Bradbury (2000), Arthur Miller (2001) y Philip Roth (2002). Nada menos.

No solo de terror vive el hombre
Pero Stephen King —o King Stephen, como lo llaman sus seguidores— no ha dedicado su vida solo a meternos miedo. La cultura popular lo ha convertido en un maestro del horror aunque él, por supuesto, sea mucho más que eso. Y este es el momento en el que, como hace Jack Torrance en "El resplandor", podríamos escribir sobre él, infinitas veces: “All work and no play makes Jack a dull boy” (“Solo trabajar y no jugar hace de Jack un chico aburrido”). ¿Y cómo ha jugado King para no aburrirse? Sus primeras aventuras las vivió desde joven, tirando dedo muchas veces dada la distancia entre su casa y el cine más cercano. También ayudó a su hermano Dave en la redacción de su propio periódico local cuando vivían en Durham, "Dave’s Rag". Fue muy aficionado al rock, en plena efervescencia hippie: CC Revival, Janis Joplin, John Lennon —de cuyo tema “Instant Karma” tomaría la inspiración para titular "El resplandor"— o Jimi Hendrix sonaban en su radio, aunque más tarde escribiría oyendo AC/DC, Guns N’ Roses o Metallica a todo volumen. Tan aficionado era a la música que, años después y junto a un grupo de amigos escritores —e incluyendo al gran músico Al Kooper—, formó Rock Bottom Remainders, su propia banda. Tan aficionado que, alguna vez, fue invitado al escenario por los Wallflowers para cantar junto a ellos “Brand New Cadillac”, de The Clash. Tan aficionado que tiene, junto a su esposa, una emisora de radio, la WKIT-FM, especializada en rock clásico y que se emite también por Internet. También son dueños de la WZON, una emisora de deportes. Alguna vez, a fines de los noventa, hizo un viaje en moto por el desierto australiano. En otro momento se dio tiempo para cambiar el panorama editorial, justo al inicio del siglo XXI, con "Montando la bala", libro que apareció el 14 de marzo del 2000 directamente en Internet, gratis por ese día, saltándose al editor. El experimento fue —otra vez en su carrera— un éxito. Además, escribió la novela "Ur" exclusivamente para los lectores de la tableta Kindle. Stephen King era un precursor. Y el buen humor le dio hasta para un paseo por los cómics que tanto había disfrutado de niño y para sostener una columna en Entertainment Weekly, “The Pop Of King”, donde da sus opiniones sobre la cultura popular desde el 2003. Todo esto le ha otorgado un lugar protagónico en ella y su enorme influencia supera ya los campos del cine y la literatura.
     Ha aparecido en "Los Simpson"; ha hecho cameos en varios de los filmes basados en sus películas; ha dirigido una —"Maximum Overdrive", de 1986, protagonizada por Emilio Estévez y con música y cameo de sus amados AC/DC—; también escribió algún episodio para "Los expedientes X", "Historias del lado oscuro" y otras series, sin mencionar las inspiradas completamente en obras suyas, como la reciente "Under the Dome" ("La cúpula").
     Este hombre que alguna vez ha dicho “Nunca me he puesto a escribir una novela. Generalmente son cuentos que ‘crecen’. Así que la forma no tiene una atracción particular. Al contrario, son demasiado grandes para ser pequeñas y demasiado pequeñas para ser grandes”, se avergüenza de no haber leído aún "En busca del tiempo perdido" y confiesa que sus libros propios favoritos son "La historia de Lisey" y "Miseria", “porque Annie Wilkes [la fan psicópata] es un personaje divertido sobre el cual escribir”. Sigue sin tomarse en serio a sí mismo, comparando sus libros con un combo de Burger King con papitas. Ha sido objeto de una antología de escritores latinoamericanos que le rindieron tributo. Le ha pedido al gobierno que le cobre más impuestos que los que paga. Ha sido condecorado por Barack Obama con la Medalla Nacional de las Artes por su contribución a la cultura norteamericana. Mide cerca de dos metros, usa unas gafas ya famosas, no ha perdido la sencillez y es chispeantemente lisuriento. Además, en su mesa de noche, usualmente, no hay nada más que un vaso de agua y un frasco de Tums, unas pastillas contra la acidez. Algo bastante normal para un hombre que, a sus casi 69 años, es considerado un escritor tan mainstream como de culto.

Vivir para narrarla
Pese a que tuvo su primera borrachera en 1966, a los 19 años, por culpa de un whisky Old Log Cabin que le costó apenas un dólar y 95 centavos, diez años después se encontraba sumergido en esa y otras botellas, aunque negaba ser alcohólico. “… empleé la Defensa Hemingway —escribió—, famosa en el mundo entero. Nunca se ha expuesto con claridad (porque no sería de machos), pero consiste más o menos en lo siguiente: soy escritor, y por lo tanto muy sensible, pero también soy un hombre, y los hombres de verdad no se dejan gobernar por la sensibilidad. Eso sería de maricas. En conclusión, que bebo. ¿Hay alguna otra manera de afrontar el horror existencial y seguir trabajando? Oye y que no pasa nada, que controlo. Como buen machote”. Quizá por eso, "El resplandor", su clásico de 1975, trataba sobre un escritor alcohólico que perdía el control y luchaba contra sus demonios, elemento y personalidad casi olvidada por Kubrick en su adaptación cinematográfica (que aunque el mundo la admira aún hoy, a King no le gustó nadita). Solo dejó el alcohol y la cocaína una vez que Tabitha lo ayudó a hacerlo. Era eso o destruir su matrimonio. “Durante mis cinco últimos años de bebedor —cuenta—, siempre remataba las noches con el mismo ritual: vaciar en el caño las cervezas que quedaran en el refrigerador. Si no, al acostarme las oía hablar y no tenía más remedio que acabar levantándome y coger otra. Y otra. Y otra”. No recuerda haber escrito "Cujo", la historia de un otrora entrañable san bernardo convertido en letal asesino y, para él, Annie Wilkes, la protagonista de "Miseria", personificaba el alcohol y la cocaína de los que ya no querían ser mascota. Para fines de los ochenta ya estaba limpio y era, nuevamente, el rey de su vida. 
     Pero el 19 de junio de 1999 llegaría su prueba más grave: fue atropellado mientras daba su paseo diario al lado de una avenida de Maine, cerca de su casa. Era una camioneta Dodge azul que su dueño había conducido mal por distraerse con su rottweiler y porque manejaba apurado por el antojo de unos cuantos chocolates. King, posteriormente, le vería cierta ironía al asunto: estuvo a punto de matarlo alguien que parecía un personaje suyo. El resultado fue que el escritor casi se muere, una de sus piernas se rompió en nueve pedazos y era muy posible que se la amputaran. Como también era posible que no volviera a caminar nunca más. Su rodilla derecha estaba partida por la mitad, tenía fractura de cadera, la columna astillada en ocho puntos y cuatro costillas rotas. Solo luego de varias operaciones y una larga y dolorosa rehabilitación, pudo volver a caminar. Tiempo después, compró la camioneta que lo atropelló… y la destrozó a martillazos. El conductor pasó un tiempo en la cárcel y luego se suicidó. Fundido a negro. Créditos finales. La adaptación de esta obra de King —que es su propia vida— parece terminar aquí… al menos en lo que compete a ese mal recuerdo.
     King tiene, por otra parte, un heredero poderoso: su hijo Joseph Hillstrom King —o solo Joe Hill, su seudónimo—, quien empezó a ganarse cierto respeto alejado de su apellido paterno, pero que hoy lo ha obtenido pese a él. Su hermano menor, Owen, también es escritor. 

Coda
"La ventana secreta", "La niebla", "La zona muerta", "Salem’s Lot" son otras de las adaptaciones más destacadas de sus historias. Pero se viene mucho más. En las últimas semanas se ha anunciado el próximo estreno fílmico de varios de sus libros: "Cell", con Samuel L. Jackson y John Cusack, que trata sobre una devastación masiva causada por un fenómeno que se reproduce a través de los celulares; "Revival", la historia de un misterioso predicador capaz de controlar la energía eléctrica; "Apocalipsis", que sucede en una tierra despoblada por una pandemia; y, sobre todo, "La torre oscura", su saga de ocho libros —de influencias tolkianas— que el mismo King considera su obra maestra y que sería protagonizada por Idris Elba como Roland Deschain, y Matthew McConaughey como villano. Eso, sin mencionar el inminente estreno de la serie "11.22.63" —adaptación de la historia de un profesor que viaja en el tiempo para intentar evitar el asesinato de John F. Kennedy— y que tendrá como rostros estelares a James Franco y Chris Cooper. 
     ¿Volverá King a dirigir una película? Cuando le han preguntado por qué no dirige nada desde Maximum Overdrive —por la que fue nominado a un premio Razzie a peor director en 1987— él responde: “Solo véanla y sabrán la razón. Además, estaba demasiado coqueado como para saber bien qué hacía. Pero, por lo que a mí respecta, es muy entretenida”. 
     ¿Ustedes cómo han conocido el miedo? ¿Detrás de una puerta? ¿En el silencio? ¿En la oscuridad? Muchos recuerdan el miedo tras haber estado encerrados o solos o en un lugar desconocido. Millones de hombres y mujeres en los últimos 40 años han sabido lo que es gracias a Stephen King. 
     Para ver su vida y su obra en panorama, podríamos argumentar lo que el periodista Joshua Rothman sostuvo hace poco a través de un artículo en The New Yorker: que King es el principal canal por donde fluyen la ciencia ficción, el terror, la fantasía, la ficción histórica, los libros de superhéroes, las fábulas posapocalípticas o el wéstern, exitosos subgéneros del siglo XX. 
     Pero ¿qué dice él? “No niego que mis libros me hayan dado mucho dinero, pero nunca he escrito ni una sola palabra pensando en que me la pagarían […]. Yo he escrito porque me hacía vibrar. Por el simple gozo de hacerlo. Y el que disfruta puede pasarse la vida escribiendo”. 

Biblioteca Stephen King
A partir del 21 de febrero El Comercio lanzará una colección de nueve de las novelas más destacadas del maestro del suspenso, como "Cementerio de animales", "Carrie" y "La cúpula". Serán 12 entregas semanales. Para obtenerlas, solo se debe recortar el cupón de descuento que aparecerá cada domingo en El Comercio y reclamar el libro en tu quiosco por solo S/ 25.00. El precio sin cupón es de S/ 35.00. Si eres suscriptor del Diario, puedes solicitar la entrega a tu domicilio llamando al 311-5100.

[Ricardo Hinojosa Lizárraga (Lima, 1987) es periodista. Ha sido editor de la revista Soho Perú]

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