"Las crisis que más golpearon al fisco peruano fueron la Guerra de la Independencia de 1821 y la Guerra con Chile", señala Anastacio. (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa)
"Las crisis que más golpearon al fisco peruano fueron la Guerra de la Independencia de 1821 y la Guerra con Chile", señala Anastacio. (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa)
Yuliño Anastacio

Este año, el Perú celebró su en medio de una de sus peores crisis económicas. Pero la crisis económica originada por la irrupción del COVID-19 no ha sido la única de nuestra historia. El Perú ha tenido cinco grandes depresiones, enormes descensos del PBI que causaron el colapso de nuestras finanzas públicas.

La primera crisis surgió producto de las secuelas de nuestra independencia en 1821. Según las cifras del economista Bruno Seminario –nuestro Maddison peruano (Seminario, 2016)–, el PBI descendió en 25,4% entre 1820 y 1822. Recién en 1835, década y media después, el PBI alcanzó el nivel de 1820.

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La segunda crisis fue causada por la Guerra del Pacífico. Entre 1878 y 1883, el PBI peruano cayó en 51%, y recién en 1902, 24 años después, el PBI alcanzó el nivel que tenía en 1878.

La tercera crisis sucedió como consecuencia de un choque externo, la Gran Depresión (caída de 21%) que sufrió la economía mundial entre 1929 y 1932. Como consecuencia, en ese período, el PBI peruano descendió en 19%. En el peor año de la Gran Depresión, 1930, el PBI del Perú cayó en 10%.

La cuarta crisis se produjo en el período 1988-1990, durante el primer gobierno del presidente Alan García. En ese trienio, el PBI descendió en 25%, y la caída de 1989, de 12%, fue la más alta desde la Guerra con Chile. Esta crisis económica tuvo un origen local: la mala gestión macroeconómica. Recuperarnos de ella nos tomó casi una década.

La última gran crisis fue causada por un choque sanitario inesperado. El golpe del COVID-19 sobre nuestro PBI en el 2020 superó la barrera del 10%. Aparentemente, la crisis económica actual sería de corta duración: en el 2022 recuperaríamos el nivel del PBI del 2019.

La lección más importante no es que estas cinco crisis económicas han sido muy severas o que salir de una gran crisis económica toma muchos años, sino que las grandes depresiones dejan secuelas de enormes crisis fiscales, que hacen más titánica la tarea de la recuperación macroeconómica. La explicación es que el descenso del PBI reduce los ingresos corrientes y, en consecuencia, eleva el déficit fiscal y la deuda pública.

Las crisis que más golpearon al fisco peruano fueron la Guerra de la Independencia de 1821 y la Guerra con Chile, seguidas por la Gran Depresión mundial y por la que se originó durante el primer gobierno de Alan García. Todas produjeron una caída monumental de los ingresos fiscales del Estado Peruano, entre 60% y 95%. El rápido aumento del gasto público producto de la creciente presión del pago de los intereses de la deuda generó a la larga elevados déficits fiscales que terminaron casi por duplicar la deuda pública.

La variable sobre la que recae el peso de las crisis económicas es la recaudación, y la crisis sanitaria originada por el COVID-19 no ha sido la excepción: los ingresos fiscales cayeron de 19,9% a 17,9% del PBI entre el 2019 y el 2020. El colapso temporal de nuestros ingresos, sumado a una fuerte política de gasto para enfrentar la pandemia, ha desencadenado un déficit fiscal de casi dos dígitos y una deuda pública como porcentaje del PBI que no volverá a registrar un bajo nivel hasta por lo menos el 2040.

Mientras las cinco grandes crisis económicas nos muestran que la recuperación de nuestros ingresos fiscales depende básicamente de la recuperación de nuestro PBI, la Gran Depresión de 1929 y la crisis sanitaria del COVID-19, dos de las crisis económicas menos severas de las cinco que hemos descrito, nos enseñan que la recuperación de la deuda pública es más compleja. Esto, no solo porque su recuperación tardó entre 16 y 21 años indistintamente de la duración de la recuperación del PBI, sino porque fundamentalmente depende de otros factores de política fiscal y de la política específica de endeudamiento público. He allí la importancia de un manejo responsable de nuestras finanzas públicas, sobre todo en un contexto donde nuestra ha sufrido una rebaja en su calificación crediticia soberana.

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