(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Luis Fernando Alegría

En los últimos diez años, la posición fiscal del Perú –aunque se mantiene relativamente sólida– ha sufrido un deterioro en términos absolutos. Con los ingresos tributarios a la baja y el gasto público al alza, el Gobierno entró en déficit en el 2014 y cerraría el 2019 sumando seis años en este estado.

Para financiar esta brecha, la estrategia del fisco ha sido echar mano del ahorro público, como el Fondo de Estabilización Fiscal y, al mismo tiempo, endeudarse. Desde el 2014 a la fecha, la deuda pública ha tomado una trayectoria al alza y ese saldo alcanzó en junio un equivalente al 25,8% del PBI, lo que representa su nivel más alto de los últimos diez años.



La última vez que la deuda pública tuvo una lectura tan alta fue al cierre del 2009. En aquel momento, la agencia calificadora de riesgos Moody’s acababa de otorgar al Perú el grado de inversión, es decir, se incorporó a un club de países con una muy alta capacidad de pagar sus deudas. En ese entonces, el Estado tenía una deuda de 26,7% del PBI.

No obstante el incremento, un punto a resaltar es la composición de la deuda. Hace diez años, el 60% de los acreedores eran extranjeros y 40% eran internos. Hoy la cifra es opuesta: un 34% de la deuda está en manos de extranjeros y 66% es deuda interna. De hecho, el saldo que se debe localmente alcanzó un histórico 17% del PBI a junio de este año.

Otro tema importante es que, a pesar del incremento, la deuda pública peruana persiste en niveles relativamente bajos: otros países de similar calificación de riesgo tienen una deuda que en promedio representa el 44% de sus respectivas economías.

—DÉFICITS GEMELOS—
La trayectoria al alza de la deuda se explica por los cinco años –y contando– consecutivos de saldo fiscal negativo, que ha tenido un efecto de generar desbalances en las cuentas externas del país.

En la década de los 80, en la literatura económica se acuñó el término ‘déficits gemelos’ para referirse a una situación en la que el Estado gasta más que sus ingresos y, como consecuencia, el país como un todo resulta gastando un monto mayor a sus ingresos. Esto se puede ver en la balanza de pagos a través de lo que se conoce como la cuenta corriente.

En el caso peruano, la balanza en cuenta corriente está en negativo desde el segundo trimestre del 2008. Esto significa que el Perú está financiando sus gastos con recursos que vienen del exterior desde hace 11 años.

Sobre la trayectoria de esta brecha externa, es importante notar que se deterioró hasta el 2014, en que llegó a representar más del 5% del PBI; la literatura económica ve esta cifra como una luz ámbar.

Luego mejoró hasta el tercer trimestre del 2017, y desde entonces ha retomado su deterioro. A junio de este año, el déficit en cuenta corriente registró su peor dato desde fines del 2016, de 1,92% del PBI. Así, entre julio del año pasado y el pasado junio, el Perú gastó US$4.350 millones más de lo que ingresó.

—SOSTENIBILIDAD—
Si bien tener 11 años de desbalance externo no suena a algo positivo, lo que cuenta en el análisis del déficit en cuenta corriente es su sostenibilidad. Hay países con niveles altos de este déficit, pero no generan alarma, como Australia o Estados Unidos.

Un estudio del Banco Mundial revela que la clave para hacer que la brecha en cuenta corriente sea sostenible es ser un país atractivo para las inversiones, sobre todo las de largo plazo. Esto –afirma el estudio– evita que los países sean vulnerables a crisis financieras por el lado de la balanza de pagos.

A la luz de esta idea, se ve que el déficit de cuenta corriente del Perú resulta sostenible, pues es financiado por el influjo de inversión extranjera directa (IED), que en los últimos 12 meses sumó un equivalente a 3,2% del PBI, pero está cayendo desde fines del 2018.

Se debe notar que el monto de IED ha crecido relativamente poco en los últimos diez años. Entre el 2008 y 2019 se ha incrementado en 12,6%; mientras la inversión interna aumentó 95,2% y la pública lo hizo en 98,9%.

Entonces, aunque hoy la sostenibilidad de las cuentas externas parece un hecho, que siga así dependerá de la capacidad del Perú para atraer capitales del exterior, en un contexto mundial cada vez más turbulento.

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