David Tuesta Cárdenas

El reciente dato de la caída en la Producción Nacional en mayo en -1,43%, revelado por el INEI, confirma que la economía peruana se encuentra en un proceso de recesión técnica, es decir, la presencia de dos trimestres consecutivos en crecimiento negativo. En efecto, la medición del dato de producción nacional entre diciembre 2022-mayo 2023 versus similar lapso anualizado anterior, registraba una caída de -0,3%. En términos trimestralizados, se observan contracciones consecutivas en los períodos diciembre-febrero y en marzo-mayo, de -0,2% y -0,3%, respectivamente.

Basándonos en los estimados de la demanda interna del Banco Central, la caída de la economía en estos seis meses viene siendo incluso peor, con una variación que estaría traspasando la línea del -3,0%. Y junio, parece que la situación crítica seguiría extendiéndose, si nos dejamos guiar por los resultados de las expectativas macroeconómicas del Banco Central, en la que 14 de los 18 indicadores medidos se han deteriorado. ¿Cómo hemos llegado a esto?

Por un lado, tenemos las condiciones económicas globales, cuyo dinamismo se ha ralentizado, particularmente en el caso de China, con consecuencias sobre los diferentes canales de transmisión con el resto economías emergentes como es el caso de la peruana. En el ámbito local, desde una perspectiva de corto plazo, es donde se presentan los temas coyunturales más delicados. La herencia dejada por el gobierno de Castillo en el ámbito económico, político y social ha complicado más de la cuenta el arranque de la gestión Boluarte. Los cuestionamientos a la institucionalidad de su gobierno, por parte de los grupos que siguen protestando y elevando la conflictividad sumado al equilibrio endeble que este tiene con el Congreso, no deja sin perder horas de sueño al inversionista privado e incluso experimenta pesadillas cuando observa el pobre avance en el avance de las obras de prevención de la más que segura llegada del Fenómeno del Niño. Habiendo pasado medio año, el avance de la ejecución financiera de estas apenas llega al 25%, lo que desemboca en un nivel de desconfianza casi absoluta del empresariado de que el gobierno pueda gestionar con solvencia mínima el desastre que se asoma, según reciente encuesta de Ipsos. Toda esta situación contribuye a que no se cree suficiente empleo, se dificulte el camino para combatir la pobreza que se elevó el año pasado, y se genere un escenario de mayor bienestar para el ciudadano de a pie.

Pero el problema de fondo de la situación en que nos encontramos viene de lejos, desde que el país entró en un estado de fatiga para continuar con reformas pro-competitividad. Así, el país se encuentra sumido desde entonces en un terrible círculo vicioso, con un serio deterioro institucional de epicentro, donde los políticos que han estado a cargo no han sido capaces de alcanzar los acuerdos necesarios para avanzar sino, por el contrario, han venido introduciendo un cúmulo de políticas facilistas donde en lugar de buscar el bienestar ciudadano, se han preocupado por el beneficio personal.

Si bien las causas de esta difícil situación no pueden ser atribuidas a un gobierno que se acaba de instalar hace siete meses, esto no es óbice para que asuma la responsabilidad que le toca. Dado el deterioro estructural en que se encuentra el país, es muy probable que las típicas políticas de expansión fiscal no sean suficientes para sacarnos del hoyo en que nos encontramos. Así, más allá de que se decida repotenciar el programa Con Punche Perú o se le sume otro con mayor componente fiscal y nivel de focalización, difícilmente podrá hacer la diferencia dado que el principal problema reside en un serio debilitamiento de nuestra productividad cuyo reavivamiento requiere acciones de calado que aborden los problemas institucionales, eficiencia del sector público, capital humano, infraestructuras, logística, ambiente de negocios, mercado laboral, ciencia-tecnología-innovación, entre otros. Hemos dejado que nuestra competitividad esté en caída libre durante años, y eso hoy pasa una factura enorme al país. Bien haría este gobierno en poner a todos sus ministros en “modo reactivación con competitividad” y ponerlos a trabajar coordinadamente en remover las barreras a la inversión privada. Si las cosas se hacen bien en este flanco, podría incrementarse la probabilidad de que la confianza pérdida se pueda recuperar, y con ello el desempeño económico tenga mejor porvenir.

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