En su mensaje en el Parlamento, el presidentr Vizcarra pidió poner fin a la política de odio y confrontación. (Foto: Reuters)
En su mensaje en el Parlamento, el presidentr Vizcarra pidió poner fin a la política de odio y confrontación. (Foto: Reuters)
Gonzalo Carranza

Si el sillón de Pizarro fuera el escritorio de un CEO, estaría llamado a hacer un ‘turnaround’: tomar el mando de una organización en rumbo de hundimiento y sacarla a flote. Es una de las tareas más difíciles para un líder.

Según Boston Consulting Group, el 75% de estos esfuerzos no cumple las expectativas. En un estudio de 11 ‘turnarounds’ exitosos, esta consultora recogen algunas claves que pueden ser útiles para Vizcarra.

1. Desarrolle un objetivo muy claro. Vizcarra lanzó este objetivo en su primer mensaje a la nación: la recuperación de la confianza de la población en sus instituciones. Es un objetivo bien definido, medible, pero que entraña un riesgo: no todo el Estado depende del presidente.

Aun si tiene éxito, la confianza que desarrolle un día el Gobierno Central puede ser traicionada al día siguiente por congresistas, jueces, gobernadores y alcaldes. Vizcarra hizo un necesario llamado a “trabajar juntos”, pero la recuperación de la confianza ciudadana deberá ser también la línea que defina las batallas centrales de esta administración.

2. Redefina el foco estratégico. PPK fue difuso y contradictorio en sus iniciativas estratégicas. Vizcarra parece traer aire fresco. En su mensaje, marcó prioridades muy claras: i) lucha contra la corrupción y transparencia; ii) crecimiento y estabilidad económica; iii) mejora de la competitividad, sobre todo en las pymes; iv) infraestructura sostenible, con énfasis en la reconstrucción; v) educación como pilar central.

Tal vez en el apuro se le escapó dar un mayor énfasis a la seguridad ciudadana. Estos son ejes urgentes e importantes, que suman al objetivo central.

Pero una advertencia: Vizcarra necesita ‘quick wins’ que sostengan su aprobación y, con ella, su capital político. El afán de renovación (“un gabinete totalmente nuevo”) puede ser contraproducente si lo lleva a prescindir de gestores con experiencia y logros en el Estado, provengan del gobierno de PPK o de administraciones anteriores.

¿No sería interesante un regreso de Carlos Basombrío a Interior, poner el esfuerzo pro competitividad en manos de Piero Ghezzi o llevar a Justicia al ex defensor del Pueblo, Eduardo Vega, para que impulse desde allí las imprescindibles políticas de integridad y transparencia?

3. Reestructure para reducir complejidad. Si algo admitían quienes habían acompañado a PPK durante su paso por el gobierno de Alejandro Toledo y volvieron para apoyarlo como presidente, fue haber sido sorprendidos por la explosión en la complejidad del Estado peruano. Vizcarra necesita reducir esa complejidad para operar.

Le ayudaría mucho tener reportes directos y constantes solo con los encargados de sus prioridades estratégicas, y empoderar al resto de ministros y autoridades.

La experiencia reciente también aconseja contar con dos segundos: un operador político-comunicacional (¿el primer ministro o un secretario-vocero?) y una suerte de coordinador tecnocrático (¿el primer ministro o un ‘chief of staff’?). Es casi imposible conjugar ambos roles en una sola cabeza de la PCM.

Finalmente, para acelerar la reconstrucción, Vizcarra debe entender que también allí se debe simplificar lo complejo, aun cuando ello vaya contra sus convicciones (y posibles aliados) regionales.

Avanzará más y mejor si centraliza el grueso de proyectos en tres carteras (MTC, Vivienda y Agricultura) y aprovecha la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios como coordinador interministerial, ejecutor de iniciativas de alta complejidad, y articulador de esfuerzos público-privados y de cooperación internacional.

4. Construya la cultura correcta. Para recuperar la confianza, la cultura del Ejecutivo debe girar alrededor de un valor fundamental: el servicio público. Y el tono de la cultura parte desde lo más alto de las organizaciones. En este caso, con el propio Vizcarra, que deberá desplegar mucha humildad y contacto con la gente, dos virtudes que parecen dársele naturalmente.

Luego, en el reclutamiento de su primera línea, necesita ‘servidores en jefe’, dispuestos a emprender la perentoria tarea de combatir la indolencia y la prepotencia que predominan en el Estado, sobre todo en los niveles más cercanos al ciudadano: la escuela pública, el hospital, la policía de tránsito o la mesa de partes.

“Tengo claro lo que hay que hacer y cómo hacerlo”, dijo Vizcarra en su mensaje.

Esperemos darle la razón cuando llegue el bicentenario y considerarlo un caso de estudio en el complejo arte del ‘turnaround’.