Perú registró un ascenso de dos puestos en el reciente ránking de competitividad digital mundial 2018. (Foto: Archivo)
Perú registró un ascenso de dos puestos en el reciente ránking de competitividad digital mundial 2018. (Foto: Archivo)
Gonzalo Carranza

La revolución tuvo entre sus primeros blancos a los medios de comunicación. La migración de lectores y anunciantes a plataformas digitales, con niveles de monetización sustancialmente menores, ha puesto en aprietos a incontables casas periodísticas y provocado cambios radicales de gestión y de prioridades estratégicas.

Como , casi adicto de medios de todo tipo y origen, encuentro cada vez más esfuerzos por ir hacia un periodismo de calidad que permita volver a cobrar por su consumo y, al mismo tiempo, ofrecer lectores cautivos a los anunciantes en este nuevo entorno digital.

El Mundial, por ejemplo, me ha presentado abundantes casos de medios deportivos que, ya sea a través de webs, apps o podcasts ofrecen un nivel superlativo de análisis de tácticas o estadísticas, no pocas veces a cambio de una suscripción.

En ese contexto, muchos de los medios que han tenido éxito en la transición al mundo digital son aquellos dedicados principalmente a cubrir los ámbitos de la economía y los negocios.

Destacan nombres tradicionales como “The Economist” y “Financial Times”, plataformas multimedios como las que maneja Bloomberg, o medios nacidos en Internet, como “Quartz”, que la semana pasada fue vendido al grupo japonés Uzabase por US$110 millones.

Las primicias y los análisis que ofrecen estos , con sus diferentes estilos y matices, se basan en el periodismo económico bien hecho, con precisión, claridad, rigor analítico y gran ambición editorial. Por ello, se vuelven imprescindibles, no solo por placer o curiosidad intelectual, sino como herramientas de trabajo para los tomadores de decisiones de alto nivel, con una disposición a invertir en estos contenidos (no solo dinero, sino también tiempo).

Hace casi tres años, Fernando Berckemeyer y Enrique Pasquel, por entonces a cargo de la dirección de este Diario, me convencieron de volver a trabajar en un medio de comunicación, con el objetivo de contribuir a que El Comercio –y, un tiempo después, Día1– recorriera el desafiante camino de hacer ese tipo de periodismo económico, en un entorno de enormes cambios y crecientes expectativas.

Mi ciclo liderando ese esfuerzo termina hoy, con la convicción de que hemos avanzado en el camino correcto, gracias al talento y el esfuerzo incansable de los periodistas con quienes he tenido la gran fortuna de navegar en esta aventura.

Y también con la expectativa de que estas páginas se seguirán produciendo, día a día y semana a semana, con el anhelo de que sean siempre lectura esencial de todos aquellos que siguen (y que marcan) el ritmo económico y empresarial del Perú.