Por Oswaldo Molina, director ejecutivo de la Red de Estudios para el Desarrollo (REDES) y María José Dibós, investigadora de REDES.


El mensaje a la nación es un momento clave en el cual el presidente tiene la oportunidad de dirigirse al país y proponer los ejes en los que va a trabajar el Gobierno durante el año. En esta oportunidad, dada la difícil coyuntura económica que atraviesa el país, se esperaba en el ámbito económico un mensaje contundente y directo sobre cómo impulsar el crecimiento y reducir la pobreza. Y si bien en el largo mensaje se abordaron diversos temas importantes, no se tuvo el sentido de urgencia ni una clara priorización. En esa línea, proponemos tres temas urgentes frente a los que debemos estar más pendientes.

El primero es la promoción de la inversión privada. Al respecto, no deja de llamar la atención que la palabra “inversión” fue una de las más repetidas en el mensaje presidencial: 66 veces. En el último reporte de inflación del Banco Central de Reserva (BCR) pronostican una caída de 2,5% de la inversión privada para este año, debido principalmente a una menor inversión minera. Ahora bien, para entender el comportamiento de la inversión privada, es necesario comprender las expectativas empresariales, es decir, cómo esperan los empresarios que se comportará la economía en los próximos meses. El BCR mide mensualmente dichas expectativas a tres meses. Así, cuando estas expectativas se encuentran altas (por encima de los 50 puntos), se puede decir que se tiene una perspectiva optimista de la economía a futuro. En cambio, cuando se encuentran por debajo de este valor, los empresarios presentan una perspectiva pesimista. Lamentablemente, en los últimos años se vienen deteriorando progresivamente estas expectativas. En ese sentido, el investigador de la Universidad del Pacífico, Diego Winkelried, analizó la tendencia de las expectativas empresariales de la economía a corto plazo de los últimos 20 años en el país. Pudo identificar tres momentos marcados. Desde el 2002 hasta el 2012, las expectativas eran altas: en promedio, 62 puntos. Luego, existe un período de estancamiento de las expectativas alrededor de los 55 puntos entre el 2016 y 2020. A partir del 2020, las expectativas han tenido una clara caída hacia el terreno pesimista, con un promedio de 44 puntos. Sin una estrategia clara para reducir este pesimismo, será difícil que podamos retomar tasas de inversión como las que necesitamos para crecer sostenidamente.

El segundo tema urgente es la inseguridad alimentaria y pobreza. Producto del empleo precarizado y los altos niveles de inflación (con la inflación alimentaria por encima del 10%), la capacidad adquisitiva de las familias se ha visto afectada. Esto ha generado mayores niveles de inseguridad alimentaria, es decir, cuando las personas de un hogar tienen un acceso limitado a alimentos para satisfacer sus requerimientos nutricionales. Solo entre agosto y noviembre del 2021, el 47,5% de hogares peruanos se encontraba en inseguridad alimentaria, lo que equivale a más de 16 millones de peruanos en esta condición (FAO, 2023). Como resultado, hemos tenido un retroceso de 10 años en la lucha contra la pobreza: el 27,5% de los peruanos en el 2022 son pobres. De estos, casi el 60% se encuentran en el área urbana (INEI, 2023). Esto es 1,6 puntos porcentuales por encima de la pobreza en el 2021 (25,9%) y 7,3 puntos porcentuales más que en el 2019 (20,2%) (INEI, 2023). Según cálculos del IPE, si continuamos creciendo a un ritmo de 2% anual –como se pronostica para este año–, nos tardaríamos 22 años en reducir la pobreza a niveles prepandemia. A pesar de los anuncios de nuevas subvenciones para los beneficiarios de los programas sociales, en el mensaje faltó delinear una estrategia específica para la lucha contra la pobreza en el ámbito urbano.

Finalmente, el tercer tema se relaciona con cómo enfrentar las consecuencias del fenómeno de El Niño (FEN). Las lluvias en el norte durante la primera mitad del año han evidenciado la falta de preparación que se tiene para afrontar el fenómeno que se avecina. Por ello, durante su discurso, la mandataria informó de la realización de 617 medidas preventivas, con una inversión de más de S/1.769 millones. Estas medidas, aunque necesarias, no son suficientes para atender la emergencia. Además de un mayor presupuesto para atender este problema, es necesario que los diferentes niveles de gobierno logren ejecutar el presupuesto brindado. Hasta la fecha, solo se ha ejecutado el 23,2% (S/291 millones) del presupuesto en inversión para la reducción de vulnerabilidad y atención de emergencias por desastres. A la par de las medidas para la prevención del desastre, debemos tener en cuenta el impacto que el FEN viene teniendo sobre los sectores productivos. Llamó la atención, por ejemplo, que a lo largo del discurso no se mencionara uno de los sectores más afectados: la pesca, el cual en mayo de este año ha tenido una caída en la producción del 70,6%, por el retraso en el inicio de la temporada de pesca de anchoveta. Otros sectores también se han visto perjudicados. En mayo, por ejemplo, cayeron tanto la manufactura (-15,6%) como el sector agropecuario (-6,2%).

Las recientes malas noticias sobre el crecimiento de los últimos meses solo pueden aumentar el sentido de urgencia frente a la coyuntura económica. Y es que, si no cambiamos el rumbo en materia económica, serán los peruanos más vulnerables los que pagarán la factura con menos empleo y más pobreza.

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