(Foto: Archivo)
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Magali Silva

Ya pasó más de la mitad del ciclo político que empezó en julio del 2016 y no hemos sido capaces de retomar la senda de que requerimos para absorber la masa de jóvenes que salen al mercado cada año, en medio de una presión que se va haciendo cada vez más permanente.

Tuvimos y tenemos a nuestro favor una sólida posición macroeconómica y vientos a favor reflejados en la recuperación del entorno internacional, pero también enfrentamos inestabilidad política, descubrimos procesos inescrupulosos y se presentaron eventos de la naturaleza de los cuales no nos hemos sabido recuperar.



En ese camino perdimos competitividad. Venimos descendiendo posiciones en los ránkings del del y en otras comparaciones a nivel internacional. En acceso y calidad de infraestructura nuestros indicadores han retrocedido. Somos más personas usando los mismos hospitales, escuelas, carreteras, puertos y aeropuertos. La obra pública de gran envergadura se ha detenido.

Hemos puesto tantos candados para evitar repetir sucesos del pasado que hemos paralizado al Estado. Los funcionarios están atemorizados ante cambios en la legislación de las instituciones encargadas de supervisión y fiscalización de la actividad estatal cuyas interpretaciones van más allá de su mandato, cuestionando incluso las decisiones técnicas.

Para ser más competitivos requerimos de infraestructura, pero la brecha es tan grande que pareciera ser inalcanzable. Hace un par de semanas, desde esta columna señalábamos que, al igual que en una guerra, la estrategia consiste en saber escoger nuestras batallas, lo que en términos de la construcción de infraestructura significa priorizar. Estamos ya en cuenta regresiva y debemos ser conscientes de ello.

El país reclama seguridad y trabajo. El país rechaza la . Empresarios y ciudadanos, todos queremos ser parte de un nuevo país que necesita desterrar rezagos del pasado. Y para ello debemos partir de lo más básico: a mayor simplificación de trámites, menor corrupción. A mayor digitalización, menores tiempos, menores costos, mayor eficiencia. Es urgente generar los incentivos correctos para que todos vayamos por el mismo camino de beneficios.

Con la simplificación no solo combatimos la corrupción, sino damos el primer paso para enfrentar un segundo problema más complejo: la . Este gobierno nació con la bandera de acabar con la informalidad y poco es lo que se ha hecho.

Ya estamos en cuenta regresiva y todavía no se han dado los pasos necesarios para generar más empleo de calidad, para deshacernos de rigideces que solo sirven para proteger a una minoría que tiene empleo permanente y condenan a la precariedad a la mayor parte de la población.

Fijémonos metas y trabajemos para llegar a ellas. El largo plazo para nosotros debería ser en 812 días, que es lo que le queda a este gobierno. Podemos diseñar hoy una estrategia que nos haga despegar en inversión, crecimiento y empleo. Esta estrategia debe ser muy simple. Debe traer beneficios concretos para el país. Y debe ser comunicada. Yo estoy convencida de que la gran mayoría quiere ser parte de esta transformación