"Ser honesto también es rentable", por Jimena de la Quintana
"Ser honesto también es rentable", por Jimena de la Quintana
Jimena De La Quintana

Empezar esta columna preguntándonos si la es rentable no sería el mejor punto de partida. Significaría asumir que ser ético es una opción y, en épocas en las que en el mundo las asumen prácticas responsables y sostenibles, ser ético es una obligación con la sociedad, una necesidad para garantizar organizaciones con larga vida. Así como la gestión eficiente influye decididamente en los resultados de una empresa, los valores como parte de la primera también aportan rentabilidad. Actuar con respeto imprime confianza, indispensable para hacer negocios.  

La ética debe latir en el centro de la organización y, como el corazón, bombear hacia el resto de ella. Todos en una empresa deben tener claro la diferencia entre lo que es correcto y lo que no lo es. Según el Ethics Institute (Nueva York), seis de cada 10 casos de corrupción en las empresas provienen del interior de estas. Así, cuidar este aspecto reduce las malas prácticas dentro de la firma, como aquellas dirigidas a corromper a funcionarios del Estado.

Cada día somos más conscientes de la importancia de actuar correctamente. Muchas escuelas de negocio en el mundo ya se orientan a cómo lograr un impacto positivo en la sociedad. Los ‘millennials’ (nacidos entre 1980 y el 2000) miden el éxito de lo que hacen y los negocios, teniendo en cuenta la ética y el impacto positivo en la sociedad de las empresas (según la última encuesta de Deloitte con entrevistas a 7.700 jóvenes de 29 países).

Tras pruebas hechas tiempo atrás por The Wall Street Journal, se concluyó que los consumidores están dispuestos a pagar precios más altos por aquello producido bajo estándares éticos y castigan a quienes no lo hacen (¿usted, por ejemplo, compraría algo hecho por una empresa que no tiene prácticas laborales responsables o que discrimina?).

Por último, el Instituto Ethisphere (que elabora el ránking de empresas más éticas en el mundo) dice que las finanzas de empresas con estándares de buen comportamiento han sido históricamente mejores, que las de aquellas que no se rigen por ellos. Ser ético es parte de lo mucho que hay que hacer para buscar ser rentable, pero no es la única razón para serlo.

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