#NiUnaMenos,marcha contra la violencia a la mujer. Miles de personas se desplazan por diversas calles de Lima en solidaridad con mujeres violentadas.
FOTO: LINO CHIPANA / EL COMERCIO
#NiUnaMenos,marcha contra la violencia a la mujer. Miles de personas se desplazan por diversas calles de Lima en solidaridad con mujeres violentadas. FOTO: LINO CHIPANA / EL COMERCIO
/ LINO CHIPANA / EL COMERCIO
Redacción EC

El bloque que encabezó la marcha Ni Una Menos estuvo formado por ocho sobrevivientes a los ataques de sus agresores, entre ellas Cindy Arlette Contreras y Lady Guillén. Y tras ellas, miles y miles caminando desde el Campo de Marte hasta Palacio de Justicia para exigir que sus victimarios paguen por lo que les hicieron.

La marcha empezó accidentada en el intento de mantener resguardado a ese grupo de mujeres que, con sus historias de violencia y de fracasos en busca de justicia, dio paso a una incontenible corriente de reclamos que terminó ayer –o, más bien, inició– con una movilización histórica por los derechos de la mujer.

“¡A la cárcel los hombres violentos; a la cárcel los jueces, fiscales y policías corruptos!”, gritaba una mujer de unos 50 años en la cara de varios agentes que eran parte del cordón policial. Ellos se miraban de reojo sin soltarse las manos.

Esta vez, los congresistas, los ministros y los representantes del Poder Judicial, del Ministerio Público, del INPE, de grupos religiosos, de las municipalidades y de algunos partidos políticos marcharon atrás. El presidente Pedro Pablo Kuczynski llegó a las 4:10 p.m. y se fue 20 minutos después, cuando el bloque de autoridades aún avanzaba.

Una ruta accidentada

El primer incidente de la marcha se originó con la llegada de la congresista Luciana León, a quien un grupo de mujeres le reclamó repetidas veces por su desafortunada afirmación: “Si ha habido una violencia sexual, puedes en primer lugar ir a hacerte un lavado vaginal”. León no respondió.

El incidente mayor ocurrió en las escalinatas del Palacio de Justicia, en cuya fachada se lucían colgados dos carteles gigantes que decían: “El Poder Judicial rechaza la violencia contra la mujer”.

El presidente de la Corte Suprema de Justicia, Javier Ticona, apareció para saludar a las manifestantes. Minutos después, de espaldas al Palacio de Justicia, Cindy Arlette Contreras y Lady Guillén comenzaban a quedarse afónicas de tanto protestar. “La policía no ha permitido que la comisión de ocho mujeres nos reunamos con el señor Ticona. Nos acaban de cerrar otra vez el paso. Nos han vuelto a maltratar estos jueces que salen, nos miran y se esconden”, reclamó Arlette.

Después de las airadas protestas, Ticona —a través de la televisión— dijo que estaba esperando a la comisión para dialogar. Frente al Poder Judicial, la apoteósica manifestación continuaba en pie.

Fotografía del colectivo argentino "Ni Una Menos" en redes sociales. (Foto: EFE)
Fotografía del colectivo argentino "Ni Una Menos" en redes sociales. (Foto: EFE)
/ Juan Ignacio RONCORONI

Más información

13 de agosto de 2016

Maltratadas por hombres y por un sistema indiferente

Por Pierina Chicoma Castro

Victoria Moreno tenía 20 años cuando fue dopada y violada. Su agresor echó un sedante en su bebida y la llevó en su automóvil a un hotel, en Trujillo. Allí despertó, desorientada, con moretones en el cuerpo. Con el paso de los días fue consciente de lo que había sucedido y se le destrozó el alma. “Soy una sobreviviente de la violencia de género”, asegura Victoria, quien hoy se sumará a la marcha Ni Una Menos para romper una espiral de abusos y asesinatos.

Aunque han transcurrido 11 años, recuerda con claridad cada episodio de esta historia, que terminó con la absolución del acusado por falta de pruebas. Evoca, por ejemplo, las palabras de un policía en la comisaría, cuando denunciaba el ataque: “Tú tuviste la culpa, ¿por qué te subiste a su carro?”. O a un abogado cuando rechazó defenderla: “Es un caso muy difícil y tardará muchos años en hacerse justicia”.

En efecto, el proceso judicial fue para ella “como otra violación”. Además de que tardó muchos años y al final el agresor quedó en libertad, en el camino ocurrieron hechos por lo menos extraños. Cambiaron a un juez y el caso regresó a fojas cero varias veces. Además, alguien compró todas las ediciones del único periódico que se atrevió a difundir el caso por primera vez. Al final reflexiona: “Hay un momento en que ya no puedes, que te das por vencida, que pierdes la batalla con la justicia peruana. Pero en mi caso ya estaba reinventada, ya no era la misma. Era otra”.

El enemigo está cerca

Una noche, cuando Wilma Dahua volvía a casa después de trabajar, su ex pareja la esperaba en la puerta. El sujeto le preguntó si volvería con él y ella le dijo que no. Muchos años de golpes e insultos la llevaron a tomar esa decisión. Entonces, el tipo le rompió una botella en la cabeza y la hirió en el cuello.

Wilma denunció el ataque en la comisaría, como muchas veces ya lo había hecho. Pero no pasó nada. Dos semanas después, el sujeto la fue a buscar al cuarto a donde acababa de mudarse. Entró y se escondió debajo de la cama. Y esperó.

Al entrar en su habitación, Wilma colocó un candado en la puerta para protegerse. No imaginaba que el enemigo estaba en el mismo espacio y que, sin querer, se había encerrado con él. “[Él] tenía un cuchillo, me tiró sobre una mesa y empezó a cortarme la cara”, cuenta mientras se toca las cicatrices que han marcado su rostro.

Solo después de ese brutal ataque, personal de la comisaría Sol de Oro acudió a atenderla. Pero ella recuerda haber pedido ayuda muchas veces en esa dependencia y en la de Laura Caller, ubicadas en Lima norte. “Me decían que regresara en 15 días o en un mes. Pero para ese entonces los golpes ya habían desaparecido”, dice.

Ahora, ella recibe ayuda de la ONG Flora Tristán. El agresor está libre. A Julia López, su ex pareja la agredió física, psicológica y sexualmente muchos años. El sujeto la mantuvo encerrada cuatro meses en su casa, con sus pequeños hijos. Con ayuda de sus vecinos, rompieron la cerradura y lograron escapar. “Cuando llegó y vio que ya no estábamos se puso como loco. Luego, cuando me encontraba por las calles, me golpeaba, pero huía cuando la gente me ayudaba”, relata.

Han transcurrido varios años, pero el tipo sigue acechándola y, a lo lejos, todavía la insulta. “Mis hijos ahora están más grandes y me defienden. Ya no tengo miedo”, dice Julia en el local de Flora Tristán. Y llora.

Razones para llorar le sobran: hace 10 años denunció al agresor, pero él sigue libre. Ha perdido la cuenta de las veces que pidió ayuda a la policía en Vitarte, pero le decían cosas como: “¿Otra vez usted?”, “De qué se queja si él es su pareja”, “Usted ya es caserita”.

Un camino complicado

Las comisarías son el primer eslabón para que una denuncia proceda. Así lo confirma Illian Hawie, directora ejecutiva del Programa Nacional contra la Violencia Familiar y Sexual del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables. Hawie indicó que identificaron tres barreras para iniciar un proceso: precariedad económica, vergüenza y falta de articulación de sectores (los criterios de la policía, fiscalía y jueces no son los mismos).

El abogado penalista Carlos Caro considera importante la creación de una unidad policial especializada en casos de violencia familiar. “Así como existe la División de Homicidios o Secuestros, también es necesaria la implementación de una división que trata estos casos recurrentes”, dijo.

Según el general César Gentille, jefe de la Región Policial Lima, se está mejorando la atención de estos casos en las comisarías de mujeres y en las dependencias comunes.

Cifras:

2.235

condenas por el delito de violencia familiar dictó el Poder Judicial entre el 2015 y julio de este año. En Lima Provincias fueron 264.

70,5%

es el porcentaje de mujeres en Lima (entre 15 a 49 años) que alguna vez sufrió algún tipo de violencia por parte de su pareja.

Más información

13 de agosto de 2016

“Más cerca de lo que uno imagina se encuentra el agresor”

Por Pedro Ortiz Bisso

Conmueve la manera como la gente de a pie se ha organizado para participar en la marcha Ni Una Menos. El entusiasmo se desborda en los mensajes registrados en la cuenta de Facebook de la movilización, unos preguntando por los puntos de reunión, a qué hora empezará, qué llevarán, cómo irán vestidos y otros convocando a amigos, parientes, vecinos o a gente que ni siquiera conocen con el objetivo de participar en esta gran manifestación de rechazo a la violencia contra la mujer.

Junto con ello y los espeluznantes testimonios de mujeres maltratadas, se mezclan también comentarios que intentan trivializar el sentido de la protesta o “desenmascarar” los supuestos intereses que estarían detrás de ella. Si buscarle tres pies al gato fuera un deporte olímpico, hace rato que el Perú encabezaría el medallero general.

Pero no son los únicos mensajes que aparecen en la página. Los hay también esos que rebosan odio, que despiertan asco, que configuran las razones por las cuales miles de personas saldrán a la calle hoy:

“Anda de SANTITAS cuando son perras todas. Lamentblemente no puedes negar esto. y si te crees santita solo t digo q santita no hay. q ignorantes son " y “jaja ahora las mujeres hacen marcha para que no les peguen jaja jaja dan penaaaaaaaaaa huevadas noma hacen con tal de no hacer nada pa chismosear no más salen pretextos”.

Son dos muestras que parecieran haber salido de alguna mente perturbada o de la escasa materia gris de un imberbe deseoso de llamar la atención. Lamentablemente, la violencia contra la mujer no es solo un asunto de salud mental o de algún bromista idiota.

Las agresiones verbales y físicas que vemos en los noticieros, que abarrotan las páginas webs, que recorren como ríos las redes sociales son apenas una pequeña porción de los casos de violencia que se suceden a diario. Los peores suelen quedar hundidos en el silencio, bajo las caretas de esas familias que aparentan la felicidad perfecta, de esas parejas que no dejan de hacer público su amor incondicional, del tío cariñoso de sonrisa indeleble, del vecino acomedido que tan bien nos cae. Ahí, en casa, en el trabajo, en el colegio, el mercado, más cerca de lo que uno imagina, se encuentra el agresor, cubierto bajo la pátina de la corrección y del respeto. A quien no se denuncia por resignación y miedo.

En un reportaje publicado por , la directora de la ONU Mujeres para las Américas y el Caribe, Luisa Carvalho, alertó sobre el creciente aumento del feminicidio y otras formas de violencia contra la mujer en la región. La cota de impunidad es escalofriante: alcanza el 98%.

Para ponerle fin a eso es la marcha de hoy. Tomará tiempo, será necesario sortear cientos de obstáculos, habrá que enfrentar tropiezos, pero no podemos esperar más. #NiUnaMenos.


Contenido sugerido

Contenido GEC