Expresidente Alan García durante una entrevista en las oficinas del Instituto de Gobernabilidad de la Universidad San Martín de Porres. FOTO VICTOR IDROGO
Expresidente Alan García durante una entrevista en las oficinas del Instituto de Gobernabilidad de la Universidad San Martín de Porres. FOTO VICTOR IDROGO
/ VICTOR IDROGO / ICONICA / EL COM

Cuando estaba en las escaleras que conducían al segundo piso de su casa en San Antonio, Miraflores, el expresidente Alan García Pérez fue informado —a las 6:30 de la mañana— por el fiscal Henry Amenábar Almonte, miembro del equipo especial, que venía a ejecutar una medida judicial. Esta consistía en el allanamiento, descerraje y su detención preliminar por diez días.

Seis horas antes, a la medianoche, el fiscal José Domingo Pérez, a cargo de las pesquisas al exmandatario por el Caso Odebrecht, había informado a la Policía Nacional que el juez de investigación preparatoria Juan Carlos Sánchez Balbuena había autorizado la medida. Cuando la resolución es notificada, lo que toca, según explicaron fuentes del caso, es diseñar un operativo con los agentes policiales y planificar la intervención. Y eso fue lo que ocurrió.

El fiscal Amenábar no acudió solo al domicilio del exmandatario, fallecido tras dispararse con un arma de fuego en la cabeza. Tocó la puerta junto a seis policías de la División de Investigación de Alta Complejidad (Diviac). La intervención tuvo carácter de reservada.

La puerta principal de la casa no fue tomada a la fuerza. No fue pateada. Miembros del personal de servicio de la vivienda abrieron al fiscal y policías tras el llamado. Hubo un breve diálogo, en el que Amenábar se identificó y comunicó de la medida contra el dueño del domicilio, aseguraron fuentes a este Diario. Luego el mismo personal de servicio hizo una consulta al expresidente y este autorizó el ingreso del fiscal y los policías.

Fue entonces cuando García Pérez apareció por las escaleras y descendió algunos peldaños. En ese momento, el fiscal le solicitó que bajara para entregarle el mandato judicial. El expresidente preguntó si venían a detenerlo y Amenábar le insistió que bajara. Fuentes cercanas al caso señalaron a El Comercio que en ese momento fue cuando García regresó a su dormitorio. “El ex presidente dijo que iba a hacer una llamada telefónica a su abogado. Ingresó a su habitación y cerró la puerta tras de él”, declaró ayer, en un pronunciamiento, el ministro del Interior, Carlos Morán.

Detrás de él, según las fuentes, fue un grupo de policías, quienes habrían ingresado con el fiscal. García Pérez entró a un ambiente y cerró la puerta antes que lo alcanzaran los agentes: trancó la puerta, nos precisaron.

Cuando trataron de ingresar, se escuchó el disparo. “En ese momento se pensó que podía ser un disparo hacia los policías”, explicaron las fuentes. Pero no era así y no lo sabían. Todo esto ocurrió en cuestión de minutos. Con precaución, los policías decidieron ingresar al ambiente por un balcón. La imagen que encontraron fue la de Alan García autolesionado, al lado de su cama con un disparo en la cabeza.

“Inmediatamente sin perder tiempo la policía procedió a trasladarlo al hospital Casimiro Ulloa. Se suspendió la diligencia y posteriormente ingresó por emergencia”, detalló Morán.

Así se desarrolló el último día del velorio del ex presidente Alan García. (Foto: Violeta Ayasta / GEC)
Así se desarrolló el último día del velorio del ex presidente Alan García. (Foto: Violeta Ayasta / GEC)

Los policías evacuaron al expresidente al hospital más cercano de San Antonio, el Casimiro Ulloa. Lo hicieron en el vehículo que se encontraba en la casa y con ayuda de los agentes de Seguridad del Estado que lo resguardaban por haber sido presidente de la República. Llegaron a las 6:45 de la mañana. Horas después falleció producto de una hemorragia cerebral por proyectil de arma de fuego y paro cardiorrespiratorio.

Los allegados al líder aprista comenzaron a llegar al hospital. “¡Viva el Perú democrático y sin abusos! ¡Viva Alan García!”, exclamó Omar Quezada, ex secretario general del Partido Aprista Peruano. A su lado, Ricardo Pinedo, secretario personal de García, confirmó en las fueras del hospital miraflorino el deceso, ocurrido a las 10:05 a.m .

Poco antes, la ministra de Salud, Zulema Tomás, había informado sobre la gravedad del estado de García: sufrió tres paros cardiorrespiratorios. Fueron tres reanimaciones en una intervención en la que estuvieron 27 médicos.

El arma de fuego con la que el ex presidente se suicidó era una de las tres armas de defensa personal que tenía en su vivienda. Estas contaban con licencia desde el año pasado, con una vigencia hasta el 2021. En total eran tres pistolas más un revólver de colección.

El ministro Morán no aceptó preguntas de la prensa. Lo acompañaba el director general de la PNP, José Luis Lavalle. Pero remarcó que la intervención de la Policía Nacional “se ha pegado estrictamente a los protocolos establecidos”, apoyando en una diligencia dictada por un juez en un caso emblemático como Lava Jato.

La defensa de García, el abogado Erasmo Reyna, increpó al fiscal cuando llegó a la vivienda —no estaba ahí cuando ingresaron— y reclamó que no tenía una cinta en el cuello, que lo identificara como representante del Ministerio Público.

Sin embargo, según otras fuentes en la fiscalía, Amenábar se identificó correctamente. Explicaron que al ser un fiscal adjunto no debía usar cinta en el cuello, sino medalla. Solo los fiscales provinciales, como José Domingo Pérez, la usan. El distintivo, remarcaron, no es obligatorio porque hasta podría ser blanco de agresión en operativos en los que se presenta resistencia.

El duelo

La diligencia de allanamiento a cargo del fiscal Amenábar, que se suspendió por el disparo, continuaba hasta el cierre de esta edición.

Una de las hijas de García, Josefina, ingresó a la vivienda en San Antonio mientras se desarrollaban las acciones fiscales. Lo hizo brevemente para sacar ropa —un portaterno— de su padre y algunas bolsas. Reyna y otro abogado de su equipo estuvieron también en el inmueble.

Horas antes, la fiscal adjunta de Miraflores Carmela Gonzales, junto a un equipo especializado de peritos, llegó al lugar de los hechos y registró todo lo ocurrido. Tomaron fotografías de la escena y levantaron indicios. Tras ello, habrá un informe que se difundirá en cuanto lo tengan listo, anunció el ministro Morán.

El presidente Martín Vizcarra fue una de las primeras autoridades en pronunciarse, tras confirmarse la muerte de García, y enviar sus condolencias a la familia. Utilizó su cuenta de Twitter para hacerlo. Ayer no tuvo ninguna actividad pública. “Consternado por el fallecimiento del expresidente”, escribió.

La familia del ex presidente Alan García en el velorio en la Casa del Pueblo. (Foto: Miguel Bellido Almeyda / GEC)
La familia del ex presidente Alan García en el velorio en la Casa del Pueblo. (Foto: Miguel Bellido Almeyda / GEC)

Desde el Ejecutivo, el primer ministro Salvador del Solar también usó Twitter para expresar sus condolencias a los familiares del exmandatario, así como a los militantes del Partido Aprista Peruano. El Gobierno, a través de la Presidencia de Consejo de Ministros, declaró ayer tres días de duelo nacional. El decreto supremo publicado en una edición extraordinaria del boletín de Normas Legales del diario oficial “El Peruano”, señala que este será hasta el viernes 19 de abril.

Cuando se esperaba el traslado del cuerpo del ex jefe del Estado, cuando aún permanecía en el Casimiro Ulloa, Pinedo informó que la familia de García rechazó el protocolo oficial establecido en las normas ante la muerte de un ex gobernante. El velorio se lleva a cabo en la Casa del Pueblo.


Editorial

18 de abril de 2019

Un suceso lamentable

La muerte del ex presidente Alan García representa el episodio más trágico de la saga de Lava Jato en el Perú.

En apenas tres años, las réplicas locales del Caso Lava Jato —el entramado de sobornos operado principalmente por empresas brasileñas en múltiples países de la región durante las últimas décadas— han remecido fuertemente a la clase política peruana y le han dado a la ciudadanía algunas imágenes imposibles de olvidar. Entre ellas, la de conspicuos líderes políticos ingresados a una carcelería preventiva o la de un ex mandatario fugado del país y a la espera de una extradición desde Estados Unidos.

Solo en la última semana, además, asistimos a la detención preliminar de quien hasta hace poco más de un año llevaba encima la banda presidencial, Pedro Pablo Kuczynski. Como sabemos, el señor Kuczynski, sobre quien pesan las imputaciones de lavado de activos y de pertenencia a una organización criminal, está pasando por un trance legal bastante parecido al de varios de sus predecesores.

Toda esta reflexión, decimos, viene a cuento porque los peruanos acabamos de asistir al episodio más trágico y luctuoso de los que el Caso Lava Jato ha dejado en el Perú.

Ayer, el expresidente Alan García se suicidó, disparándose en la cabeza luego de comprobar que representantes del Ministerio Público y de la policía habían llegado a su casa para detenerlo por un requerimiento fiscal que había sido autorizado por un juez. El señor García venía siendo investigado por los sobornos que la constructora Odebrecht prodigó durante su segunda gestión (2006-2011) por algunas obras de infraestructura y que han comprometido a varios de quienes fueron sus colaboradores más cercanos.

Ante un hecho tan desconcertante y aciago como el que representa todo suicidio, es natural que varias reacciones en torno al suceso estén teñidas principalmente de emociones antes que de razonamientos desapasionados. Ello, no obstante, no puede hacernos perder de vista que la responsabilidad de un acto así es, por definición, de quien lo ejecuta. Y harían bien tanto la clase política como la ciudadanía en recordar esto para no alimentar elucubraciones que no tienen el sustrato mínimo.

La cuestión no es baladí, pues no han faltado las voces que han tratado de ubicar la responsabilidad por el deceso del exmandatario en diferentes personas, desde rivales políticos o el propio Gobierno hasta los medios de comunicación que han venido recogiendo las denuncias contra el señor García y su círculo cercano.

Alan García fue cremado hoy en el cementerio de Huachipa tras dispararse un balazo el último miércoles. (Foto: GEC)
Alan García fue cremado hoy en el cementerio de Huachipa tras dispararse un balazo el último miércoles. (Foto: GEC)

Y aunque desde estas páginas hemos criticado firmemente la vocación de algunos fiscales por convertir lo que debería ser la excepción —la detención preliminar o la prisión preventiva— en regla, no es sensato pretender que un exceso procesal pueda provocar la decisión de quitarse la vida en la persona sobre la que recae la medida. Ahí están los políticos que han atravesado o atraviesan actualmente por el mismo trance sin siquiera contemplar esa opción para demostrarlo.

Tampoco son postulables las hipótesis que quieren identificar el suicidio del expresidente con una admisión de culpabilidad en los delitos por los que se lo estaba investigando.

Los hechos previos a este trágico deceso seguirán siendo lo que eran antes, y cualquier cosa de orden público que salga posteriormente a la luz sobre Alan García contribuirá al juicio que la historia habrá de forjarse de él. Mientras tanto, no debemos perder de vista la importancia de continuar con los procesos que hoy se están llevando a cabo. Es fundamental que la verdad se abra camino y la justicia se haga presente para romper con un pasado de impunidad y poder hablar de un futuro donde ningún ciudadano esté por encima de la ley. Ese es el objetivo.

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18 de abril de 2019

Su última apelación

Fernando Vivas

Un día antes de su suicidio, Alan García dijo que buscaba un sitio en la historia. Único, orador y conocedor del pasado nacional como ya no los había, de ego colosal como lo describió un diplomático de Estados Unidos en un reporte a su matriz, el dos veces presidente murió cumpliendo su augurio. Apeló a una corte distinta a la del juez de primera instancia al que le tocaba ver su pedido de detención preliminar, una corte mayor que la Suprema y que el Tribunal Constitucional; apeló a la ‘historia’, en esa acepción de corte popular inmanente que tiene para líderes como Fidel Castro, que lo formuló con esta frase: “La historia me absolverá”.

García no nos ha dado un día de agitación judicial más, como los que vivimos con Alberto Fujimori y su hija Keiko, con Toledo, los Humala o PPK, sometidos a mandatos severos de la justicia. Nos ha dado una tragedia que obliga a hacer una pausa reflexiva y responder una pregunta que es a la vez de coyuntura y de historia larga: ¿se nos fue la mano en la lucha contra la corrupción o se le fue la mano a él, literal y fatalmente, cuando se disparó en la cabeza? Los periodistas seguiremos cubriendo los procesos asociados al ex presidente con rigor, para que cada cual, informado, se responda esa pregunta sin incentivar odios y polarizaciones.

García irrumpió en la política muy temprano, en las escuelas formativas de su gran partido. Fue elegido por Haya de la Torre como su delfín y, tras la derrota de Armando Villanueva en 1980, fue el candidato de fuerza en 1985. Arrasó en las urnas y el izquierdista Alfonso Barrantes, que llegó a la segunda vuelta por poco margen y sin posibilidades de revertirlo, se retiró y nos ahorró una inútil elección confirmatoria. La izquierda nunca volvió a ser generosa con el Apra; por el contrario, fue némesis de García.

El primer gobierno tuvo gestos audaces y resultados terribles. Nos inflamos y recesamos mientras vivíamos un trance de terror que no era atribuible a la gestión aprista. Sendero Luminoso y luego el MRTA desplegaron sus métodos de violencia ciega y sin concesiones. García enervó la política y, ya distanciado de la izquierda, se peleó con la derecha cuando pretendió estatizar la banca. Despidió su gobierno apoyando a un desconocido Alberto Fujimori con tal de frenar a Vargas Llosa. Fue una suerte de anticipo de uno de sus célebres acertos: que no podía decidir quién sería presidente, pero sí quién no lo sería.

Vino una década de persecución judicial y política. La primera tuvo grandes avances probatorios pero se frustró en el Congreso. De la segunda se puede hablar pues, en el golpe fujimorista del 5 de abril de 1992, García fue casi detenido arbitrariamente, se asiló en la sede diplomática de Colombia y obtuvo permiso para viajar a ese país. Su exilio fue largo, todo lo que duró Fujimori en el poder y, salvo el núcleo duro del aprismo, se llegó a pensar que no tenía sentido que retornara a la brega electoral. Pero, una vez que el empresario Alfredo Zanatti, que había confesado recibir dinero ilícito en nombre de García, se desdijo aduciendo que Montesinos lo había presionado para que dijera tal cosa, el ex presidente regresó y, contra los pronósticos, llegó a la segunda vuelta del 2001 junto a Toledo. No ganó, pero obligó a adoptar otro aserto que se repite desde entonces: no existen cadáveres en la política.

Alan vuelve

En el 2006, García le ganó a Humala en las elecciones y se montó, eficazmente, sobre una ola de crecimiento que le permitió reducir la pobreza y sortear conflictos sociales, salvo uno que marcó su gobierno, el de Bagua. La política de puertas abiertas a la inversión extranjera legitimaba visitas a Palacio y fotos con los ejecutivos de Odebrecht y otras empresas constructoras y proveedoras de servicios. No hubo escándalos ni revelaciones de actos colusorios de funcionarios del régimen con esas empresas, salvo intrigas enrevesadas de espionaje y tráficos de influencias en los rubros del cemento, el petróleo y la infraestructura hospitalaria.

García cerró el 2011 con cifras en azul y estaba pronosticado un retorno holgado en el 2016, si no hubiera sido por la mutua oposición con el régimen humalista. Dimes y diretes que destaparon algunos actos de corrupción, pero ninguno tan devastador para la judicialización y criminalización de los políticos como el escándalo Lava Jato. La polarización enervada en la campaña generó presión para que el cerco judicial, ya cerrado sobre otros líderes políticos como Toledo, los Humala, Keiko Fujimori y recientemente PPK, se cerrara también sobre García. El ex presidente tenía una frase para replicar a todos los que lo confrontaban con los recuentos de estas pesquisas: “Otros se venden, yo no”.

García intentó, en noviembre pasado, escapar a ese cerco buscando asilo en la casa del embajador de Uruguay. Al ser rechazado, el cerco se siguió cerrando y escapó trágicamente a él, conjurando su detención preliminar en un acto que sus partidarios califican de suicidio por dignidad y por honor. Parafraseando su réplica usual: otros fueron detenidos y apresados, él no.

Se nos fue, tristemente, medio siglo de historia con un testigo privilegiado que tenía una memoria prodigiosa para evocar sus actos, sus encuentros con personalidades y hasta incidencias de la política menuda. Se nos fue, qué lástima, sin dejar un testimonio ordenado de su paso por la vida nacional. Se fue planteando nuevos retos a la búsqueda de la verdad y a la justicia, una búsqueda que habrá de sobrevivirlo.

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20 de abril de 2019

El último acto de Alan García

Por Juan Pablo León

Describir todo lo que ayer ocurrió es difícil hasta para alguien que estuvo al costado del ataúd de Alan García durante tres días. No se recuerdan muchos viernes santos tan distantes a la coyuntura religiosa o a los planes para escapar de Lima. El Perú es un país impredecible. Recordemos: hace casi exactamente tres años, Alan García y Pedro Pablo Kuczynski se enfrentaban en las urnas para llegar a la presidencia. Ayer, casi al mismo tiempo, uno era cremado tras quitarse la vida y contra el otro se ordenaban 36 meses de prisión preventiva. Ambos investigados por el Caso Odebrecht.

Ayer hubo tres momentos claves que en esta página tratamos de reunir: la aparición de una carta de despedida dejada por el ex presidente Alan García, la cremación de sus restos y el sorpresivo protagonismo de su hijo menor en la escena política.

“Dejo mi cadáver como muestra de mi desprecio”

Con la carta titulada “La razón de mi acto”, Alan García Pérez deja claro que tenía planeado su suicidio.

Eran las 9:54 a.m. Estábamos en la abarrotada aula magna de la Casa del Pueblo, el bastión aprista, en Breña, cuando su hija Luciana García tomó la palabra. Con micro en mano, comenzó a leer lo que nadie creía que era: la despedida que había dejado su padre.

“Cumplí la misión de conducir el aprismo al poder en dos ocasiones e impulsamos otra vez su fuerza social. Creo que esa fue la misión de mi existencia [...] Les dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones; a mis compañeros, una señal de orgullo. Y mi cadáver como una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios porque ya cumplí la misión que me impuse”, dice la carta.

Las palabras de García dejaron en la sala un breve silencio. Luego, todo fue aplausos y gritos. Mientras tanto, desde un televisor del local aprista se confirmaba la muerte de ocho personas pertenecientes a una delegación aprista en un accidente de bus.

La imagen de esa carta impresa fue difundida luego vía Twitter por Erasmo Reyna, abogado del ex presidente. En esta, se observan un texto de cuatro párrafos, dos huellas digitales, una firma larga y otra corta.

Ante algunas dudas sobre la legitimidad de la carta —sobre todo por las faltas ortográficas—, Reyna declaró anoche a El Comercio que esa hoja bond de color blanco doblada en cuatro era real y que había sido entregada a personas del entorno cercano de García.

La otra procesión

Era el mediodía cuando el cortejo fúnebre abandonó el local del Partido Aprista Peruano. El desfile de católicos alrededor de la imagen del Señor de los Milagros, por las celebraciones de Viernes Santo, llegó a confundirse con la peregrinación de simpatizantes apristas que acompañaban los restos de Alan García por el Centro Histórico de Lima. Eran, en la práctica, dos procesiones paralelas.

LIMA, VIERNES 19 DE ABRIL DEL 2019
SEPELIO DEL EX PRESIDENTE ALAN GARCIA PEREZ
LIMA, VIERNES 19 DE ABRIL DEL 2019 SEPELIO DEL EX PRESIDENTE ALAN GARCIA PEREZ
/ ANTHONY NINO DE GUZMAN

Luego, la caravana de vehículos de la funeraria dio vueltas por la plaza San Martín. Después, aceleró la marcha hacia el camposanto de Huachipa donde el cuerpo fue cremado en una ceremonia privada. A esta solo ingresaron familiares, congresistas apristas y un número reducido de amigos. La cremación duró una hora y cuarenta minutos. El lugar estuvo cercado por dos cordones policiales, con más de cien agentes instalados incluso en lo alto del camposanto. Llegaron militantes y simpatizantes apristas, pero no pudieron participar.

Las cenizas fueron entregadas a la familia, según Ricardo Pinedo, ex secretario de García y uno de los hombres más cercanos a él.

El nuevo militante

“La muerte de Alan García hará que aparezca un nuevo líder del partido”. Esta frase estuvo rebotando en las paredes de la Casa del Pueblo durante el miércoles y el jueves de luto. Quienes la expresaban eran simpatizantes apristas que parecían abrazar cualquier esperanza de que la estrella no se apague. Y ayer, un día después, el hijo menor del expresidente García firmaba sobre el ataúd de su padre (y la banda presidencial) su inscripción como militante oficial de uno de los partidos políticos más longevos del país. A los 14 años, la edad en la que cualquier niño apenas firma talonarios de alguna rifa estudiantil.

Hace nueve años, Panorama le dedicó un reportaje a Federico Danton titulado “El niño de Palacio”. Terminaba con la frase: “[...] Quizá Alan García sueña con que el último de sus hijos siga sus pasos”.



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