LIMA 22 DE OCTUBRE DEL 2017.
CENSO 2017.
RECORRIDO POR EL CENTRO DE LIMA.
FOTO: LINO CHIPANA / EL COMERCIO
LIMA 22 DE OCTUBRE DEL 2017. CENSO 2017. RECORRIDO POR EL CENTRO DE LIMA. FOTO: LINO CHIPANA / EL COMERCIO
/ LINO CHIPANA
Redacción EC

Los peruanos cumplieron su deber cívico de participar en el censo nacional 2017, que se desarrolló ayer en las zonas urbanas del país. Entre las 8 a.m. y las 5 p.m., más de 24 millones de personas que habitan estas áreas recibieron a los voluntarios que tenían la tarea de recabar información demográfica y social a través de un cuestionario.

Sin embargo, al cierre de la jornada, varios ciudadanos denunciaron por redes sociales y otros medios que no habían sido censados. Después, en conferencia de prensa, el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) informó que entre el 2% y 3% de las viviendas de este sector no fueron empadronadas.

Para completar el recojo de información, el jefe del INEI, Aníbal Sánchez, informó que durante esta semana se continuará con el censo en el área urbana. Este proceso se desarrollará en paralelo al empadronamiento en las zonas rurales (donde viven más de siete millones de personas), el cual se realizará desde hoy hasta el 5 de noviembre.

Según Sánchez, dos de las principales dificultades para llegar a todos los domicilios fueron el crecimiento vertical y la aparición de edificios multifamiliares. “No hemos podido prever el crecimiento enorme en la periferia de la ciudad, donde en una vivienda ahora hay muchos cuartos y habitaciones alquiladas”.

Por este error de cálculo, los empadronadores no tuvieron suficientes cuestionarios para cubrir todas las viviendas. El jefe del INEI pidió a las personas que no fueron empadronadas comunicarse a la línea 0800-44070.

Recorrido por el centro de Lima, durante el censo. FOTO: LINO CHIPANA / EL COMERCIO
Recorrido por el centro de Lima, durante el censo. FOTO: LINO CHIPANA / EL COMERCIO
/ LINO CHIPANA

Para Farid Matuk, ex jefe del INEI, existe un problema logístico al intentar realizar un censo poblacional en solo un día. “Es muy difícil comandar a 600 mil personas que al mismo tiempo tienen que seguir instrucciones”, indica.

Según Matuk, la metodología usada para recabar la información es arcaica y ha sido dejada de lado en otros países, donde los censos duran uno o más meses.

El censo tampoco pudo realizarse porque hubo demoras en la entrega de material para los empadronadores. En el asentamiento humano 15 de Noviembre, en Villa María del Triunfo, pese a que los voluntarios llegaron a las 7 a.m., recién a las 3 p.m. les dieron las cédulas. En ese sector, pasadas las 5 p.m., había censadores que solo habían cubierto 3 de las 13 casas asignadas. Escenas similares se registraron en Miraflores, el Cercado y otros distritos.

En un edificio ubicado en Paseo de la República, en Surquillo, recién después de las 9 p.m. se empezó a censar a los vecinos. Para acelerar la labor, los moradores de algunos de los 240 departamentos del inmueble bajaron al lobby.

En tanto, por la escasa circulación de vehículos, en Lima y Callao ayer se dejaron de emitir 5.800 toneladas de CO2, según el Ministerio del Ambiente.

Detienen a sujeto acusado de violar a voluntaria

Terminó de empadronarlo y procedía a retirarse de la vivienda. Sin embargo, el sujeto cerró la puerta y la llevó a la fuerza a su habitación. Allí, según el testimonio que dio a la Policía Nacional, la mujer, de 37 años, fue golpeada y violada. Tras escapar y pedir ayuda, el sujeto fue detenido.

El ataque sexual, ocurrido a las 11:30 a.m., fue perpetrado por Marco Antonio Luza Segundo (46) en su vivienda en la Mz. M, lote 9A, grupo 2 del asentamiento humano Edilberto Ramos, en Villa El Salvador. La víctima asegura que logró huir con engaños y pidió apoyo a vecinos. “La agraviada indica que en todo momento era amenazada [por Luza] si esta comunicaba a la policía del hecho”, indica el parte policial.

Ella decidió denunciar el delito. Entonces, agentes de la comisaría de la Urb. Pachacámac y del Escuadrón de Emergencia Sur 2 acudieron a la vivienda donde se perpetró el ataque y detuvieron a Luza.

Según la Policía Nacional, los resultados del examen médico legal confirmaron la violación. Al cierre de esta edición, el Ministerio Público investigaba la denuncia y el acusado permanecía detenido en la comisaría.

Por la noche, la ministra de la Mujer, Ana María Choquehuanca, declaró desde Villa El Salvador que repudiaba el ataque. “Vamos a pedir al Poder Judicial la prisión preventiva de este sujeto”, dijo. Añadió que el INEI deberá dar explicaciones sobre las medidas de seguridad a los empadronadores. “Esto no debió terminar así”, indicó.

Testimonio

23 de octubre

Mi día como empadronador

Juan Pablo León Almenara

Periodista de El Comercio participó como censador en el distrito de Miraflores.

“¿Tiene lancha, bote, peque peque o canoa?”. La pregunta le desencajó el rostro, aunque después todo fue risas: era evidente que una viuda octogenaria no necesitaba navegar. Pero contestarla era su deber cívico, igual que con las otras 46 interrogantes de la cartilla censal. “Ni siquiera aprendí a nadar”, respondió con otra carcajada.

Era la primera jefa del hogar de los 16 departamentos de un edificio miraflorino consignados en mi mapa de empadronamiento. Vivía sola, sin familiares cercanos ni enfermeras ni empleadas del hogar. La acompañaban un gato y un perro que compartían el sofá: “¿Me moriré sin que censen a las mascotas?”, preguntó la mujer, quien había preparado desayuno para dos.

Y con ella comenzaba mi labor de voluntario en el censo nacional 2017. Mi ‘oficina’, durante casi nueve horas, fue una silenciosa calle frente al mar, rodeada por parques y zonas recreativas que cualquier otro domingo lucirían repletas de niños en bicicleta, tablistas y atletas. Ayer, todo este distrito se había convertido en una ciudad fantasma, ya que la mayoría de ciudadanos permaneció en sus casas para facilitar el trabajo de los censadores.

Intensa jornada

Los mensajes de WhatsApp comenzaron a llegar antes del amanecer. Los más de 200 empadronadores de esta zona, entre ellos vecinos, estudiantes y agentes de las Fuerzas Armadas, tuvimos que echar mano de la tecnología para organizar nuestra labor.

Este medio de comunicación permitió saber qué cuadrante debíamos ‘barrer’ sin el riesgo de cruzarnos con otros empadronadores, así como conocer la ubicación de nuestros jefes zonales en tiempo real y la oficina censal donde nos entregarían el kit: gorras, polos, credenciales y cuadernillos. El equipo de voluntarios se dividió unas 19 manzanas, entre la avenida del Ejército y el Malecón de la Marina. Solo en este sector había unos 22 edificios de más de 12 niveles, con al menos dos departamentos por piso. Había que actuar rápido.

Pese a la minuciosa organización, los problemas no tardaron en aparecer, sobre todo al momento de acceder a edificios sin vigilancia, donde algunos preferían no abrir la puerta por desconfianza. Unas 10 viviendas de esta zona, hacia el final del día, no pudieron ser empadronadas. Esta situación, según informó El Comercio, se repetía en varias zonas de Lima.

El valor de la estadística

“Uno no es consciente de la importancia de un censo hasta que no se pone en los pies de un empadronador”, opinaba Clara, una estudiante que se inscribió ayer mismo, luego de conocer el déficit de voluntarios en esta zona. No le faltaba razón. Solo con las primeras viviendas censadas, uno era capaz de conocer las diferentes realidades que pueden convivir en una misma calle: la familia extranjera que lo dejó todo en su país para emprender una compañía; una trabajadora del hogar orgullosa de su origen shipibo-konibo; la tercera generación de una familia judía que puso un restaurante de comida peruana; y hasta un escritor que no dejaba de criticar la ortografía de la cartilla.

La pregunta 25 fue, sin duda, la que más reacciones produjo. “Soy blanca, pero sabemos que el color no define la raza, así que creo sentirme mestiza”, dijo una mujer que vivía con su pareja y una niña en otro departamento. Asimismo, otras familias orgullosas de tener bicicletas en vez de autos como medio de transporte criticaron la ausencia de preguntas vinculadas a la movilidad sostenible.

Enfoque

25 de octubre

La autoidentificación étnica en el censo: ¿Identidades desvanecidas?

Por Gonzalo Portocarrero (sociólogo)

En los pueblos awajún los individuos tienen el derecho a cambiar de nombre. Por ejemplo, si Jorge ya no quiere seguir siendo Jorge porque el apelativo no le gusta, o porque los recuerdos asociados a ese nombre le molestan, puede comenzar a decir que se llama Miguel y no responder cuando le dicen Jorge. Estos cambios pueden suceder varias veces en la vida. En todo caso, la sociedad le reconoce a Jorge el derecho a elegir y mudar el nombre que lo representa.

En las sociedades modernas esta libertad es mucho más problemática, ya que el cambio exige engorrosos trámites judiciales. Digamos que estamos condenados a ser llamados de una manera que no hemos elegido pero sobre la que somos convocados a desarrollar un orgullo en base a méritos que darán lustre a nuestro apellido y figura.

Todos tenemos —o deberíamos tener— un documento nacional de identidad en el que, junto a nuestro nombre, está nuestra foto, firma y dirección. El DNI tiene un número que lo particulariza y que implica el reconocimiento de nuestra existencia por parte del Estado. Es un documento fundamental pues es requerido para cualquier trámite.

A veces podemos sentirnos abrumados por un nombre, por todas las historias que esa nominación carga. Puede comprenderse entonces la sabiduría y ventaja de dejar atrás un apelativo que nos compromete, acaso demasiado, con un pasado que no deseamos repetir.

De otro lado, el término ‘identidad’ se usa, simultáneamente, para designar el conjunto de cualidades que definen a una colectividad. Entonces decimos, por ejemplo, que los afroperuanos llevan en la sangre la música, el canto y el baile. O que los andinos son muy laboriosos. O que la identidad nacional de los peruanos es muy incipiente, ya que la fragmentación de nuestra sociedad dificulta la solidaridad pues la ciudadanía, aunque sea compartida, dista de ser garantía de una acción colectiva concordada.

Durante mucho tiempo se pensó que era “natural” la existencia de jerarquías basadas en hechos físicos irrefutables, como el género y la etnicidad (así como el hombre manda a la mujer, a indígenas y negros les corresponde obedecer a blancos y criollos). Producir un repertorio vasto de identidades raciales fue el modo en que las autoridades coloniales conspiraron contra la creación y el enraizamiento de sentimientos de igualdad y solidaridad.

Hace casi 200 años, la emergente república descartó la pertinencia de las diferencias raciales. Pero el resultado fue más el silenciamiento de las diferencias que su eliminación. Además, estamos hablando de una época dominada por la idea de la superioridad blanco-occidental debido a la expectativa de una convergencia cultural en torno a la civilización europea.

En consecuencia, las categorizaciones étnico-raciales desaparecieron del mundo público aunque continuaron plenamente vigentes en lo privado-cotidiano. El último censo en que la población fue clasificada en términos étnico-raciales fue el de 1940. En el siguiente censo (1961) fue eliminada cualquier referencia a las “razas”. En la época, esta situación fue vivida como un avance democrático pues se suponía que nivelaba, al menos en el papel, a todos los peruanos hombres.

El renacimiento del interés por la etnicidad provino de la paulatina consolidación de un “orgullo indígena”, de un darse cuenta de que lo más original y distintivo del Perú es precisamente el legado histórico indígena que permanece y se seguirá proyectando en el futuro. En este sentido, es muy significativo que, en las últimas encuestas, mucha gente se identifique como indígena, pese a que no hable un idioma nativo.

Ha sido muy relevante el “nerviosismo” de muchos peruanos ante la pregunta por la identidad étnico-racial en el censo del domingo. El Estado no tendría por qué inmiscuirse en un terreno tan delicado. Tras este rechazo hay una inseguridad, una falta de transparencia. Hay gente que no quiere saber nada con sus antepasados indígenas pese a que sus características físicas digan todo lo contrario.

En todo caso, las identificaciones con colectividades que todos desarrollamos han dejado de ser las cárceles que fueron, pues uno puede escoger identificarse con lo indígena. El ideal de blanquearse no ha desaparecido pero sí ha perdido mucho de su imperiosidad. Las identidades, como realidades absolutas, tienden a desvanecerse en forma lenta pero segura en el Perú contemporáneo.

Las credenciales que el INEI entregó a los voluntarios del censo parecían falsas. Eran unas fotocopias sobre cartulina simple cortadas con guillotina que, en muchos casos, no tenían ni una firma que las hiciera “oficiales”.

Los empadronadores debían llenar sus datos y pegar una foto tamaño carnet por la que ellos mismos pagaron.

Ese fue uno de los problemas menores. “Cuando llegué a mi local, a las 7 a.m., no había ni cédulas ni stickers suficientes para visitar todas las casas que nos habían encargado. Avisamos y esperamos hasta las 10 a.m., pero el material nunca llegó. Todo estuvo mal organizado”, recuerda Ekaterina Paricahua, de 30 años.

Ella fue empadronadora en Campoy, San Juan de Lurigancho. Su grupo tuvo que salir como sea a censar las viviendas de dos manzanas. A pesar de que vestían los polos del censo, algunas familias no les creían que fueran enviados por el INEI. Les exigían sus DNI para comprobar su identidad. “Nos reclamaban por las credenciales, pero no era nuestra culpa. ¿Qué podíamos hacer?”, señala Ekaterina.

La jornada se hacía lenta y para el mediodía varios vecinos salieron furiosos a las calles a acosarlos por la demora. “A una compañera la rodearon varios hombres para insultarla. Tuvimos que correr a ayudarla. Nos gritaban cosas feas. Decían que éramos ignorantes, ineptos, incapaces. A veces nos insultaban desde sus ventanas, pero casi siempre salían de sus casas a buscarnos”, se queja.

Otros creían que no los querían censar a propósito. “Al de al lado lo has censado y a mí no”, gritaban. “Les explicábamos que no figuraban en nuestro registro, que además teníamos las cédulas contadas, pero eran tercos. Tomaban nuestros nombres y decían que nos iban a acusar”, cuenta. Cuarenta casas de las dos manzanas que les asignaron quedaron sin censar.

A las 8 p.m., el grupo regresó al local para entregar lo trabajado. En ese momento, los encargados del INEI les señalaron que no les pagarían los 50 soles que les habían prometido por viáticos y refrigerio. “No tenemos el dinero ahora, pero ya los vamos a llamar para darles el código con el que tienen que reclamar en el Banco de la Nación”, les dijeron. Y los empadronadores se fueron a casa. Ekaterina llegó a la suya a las 11:30 p.m. Su madre estaba al borde de una crisis. “Mi celular se había quedado sin batería y mi mamá creía que me había pasado algo porque le había dicho que llegaría entre las 6 y 7 de la noche. La pobre había visto en las noticias que le habían pegado a una chica en Breña y violado a otra en Villa El Salvador, e imaginó lo peor”, dice.

Recién el miércoles 25 de octubre llamaron a Ekaterina para que fuera a recoger los 50 soles. Se los entregarían en el Club Zonal Huiracocha, en la avenida Próceres de la Independencia. Cuando llegó al lugar, había al menos unas 200 personas haciendo cola.

—¡Nunca más!—

Ese mismo miércoles, en el parque Huiracocha, la cola se empezó a formar a las 5 a.m. Vanesa Pilar Catcoparco, de 40 años, e Hilda, de 42, llegaron a eso de las 10 a.m. para reclamar su dinero. A las 2 p.m. seguían esperando. Luego, le pidieron a una persona que les guarde su sitio en la cola y se sentaron en la berma central.

“Nos prometieron que nos iban a dar el dinero el mismo domingo y nada. Ayer vine a las 3 p.m. para el pago y me dijeron que no habían depositado. ¿Nos dirán lo mismo hoy?”, se pregunta Vanesa. “Es una pérdida de tiempo y de dinero”, dice Hilda. Agrega: “Van dos días que no podemos trabajar, que nos quedamos sin almorzar. Pero a estas alturas yo vengo igual porque si no alguien más se va a agarrar esa plata y no es justo”. Para ambas, era su primera experiencia como voluntarias en una actividad estatal. “¡Y la última!”, aseguraron.

—Más allá del domingo—

El domingo 22, al finalizar la jornada del censo, el INEI emitió un comunicado en el cual aseguraba la cobertura del 98,7% de las viviendas en el ámbito nacional. Sin embargo, según los empadronadores, había edificios y condominios enteros que no se habían tenido en cuenta. Varios especialistas han cuestionado que ese sea el porcentaje real de cobertura. De hecho, en el local de Chacra Colorada, en Breña, se observó que varios empadronadores entregaron cédulas el martes 24 por la tarde.

“Nos escribieron por WhatsApp el lunes por la noche para que volviéramos el martes a seguir empadronando. Me negué y me advirtieron que entonces no me iban a pagar ni un céntimo de los viáticos. No les hice caso”, denuncia Ruby Dorote, quien observa a un grupo de chicos sentados en el suelo de un local organizando los papeles. “Se aprovechan de los jóvenes”, agrega.

A ella le tocó recorrer la zona entre las avenidas Aguarico y Brasil. “Nos habían dicho que censaríamos 16 viviendas cada uno. Al final nos encargaron casi 30 y no nos dieron ni agua. ¿Qué más quieren de nosotros?”, se pregunta.

Para ambas, era su primera experiencia como voluntarias en una actividad estatal. “¡Y la última!”, aseguran.

“Decían que éramos ignorantes, ineptos, incapaces. A veces nos insultaban desde sus ventanas, pero casi siempre salían de sus casas a buscarnos”.

“Habían dicho que censaríamos 16 viviendas cada uno. Al final nos encargaron casi 30 y no nos dieron ni agua. ¿Qué más quieren de nosotros?”

Se supone que el censo nacional nos ofrecería una foto del momento, de lo que somos. Como cuando nuestro hijo cumple años y le tomamos siempre la misma fotografía, para ver cómo cambió, cuánto creció, en qué se está convirtiendo.

Pues bien, ese ‘selfie’ que nos tomamos el domingo ha dejado al descubierto una cara horrenda de nuestra sociedad. Ha develado una imagen nítida y escalofriante de nosotros mismos:

a) En primer plano, captando toda la atención de la foto, está el depredador. El típico machito peruano que sigue creyendo que las mujeres somos objetos a los que se puede usar a su antojo. El violador, el agresor, el idiota que acecha a las chicas siempre en la misma esquina, mostraron su peor cara y nos recordaron que caminar por estas calles es para las peruanas un diario ejercicio de supervivencia. Lo acompañaron abrazándolo y sonriendo los que prefieren indignarse con un juego de palabras que grafica la furia de las mujeres (#PerúPaísdeVioladores) en lugar de condenar al salvaje que se atrevió a meterse a la fuerza en el cuerpo de una mujer.

b) El ‘photobomber’: esta vez el papel lo cumplió a la perfección el INEI, que se burló de todos los peruanos, obligándolos a quedarse en casa, para finalmente hacer las cosas tan mal que terminaron desperdiciando la plata y el tiempo de todo el mundo. Con una pésima organización, que se vislumbraba desde días y semanas anteriores, el Instituto Nacional de Estadística e Informática malogró el retrato que tanto había promocionado. Reunió a toda la familia, los obligó a posar con sus mejores galas y, al final, corrió calato frente a la cámara y lo echó todo a perder.

c) El orejas: el triste papel le tocó a los censadores. El INEI les ofreció pagarles 50 soles y hasta ahora están haciendo la cola para recibir su plata, les prometió refrigerio y algunos recibieron una cajita de jugo y unas míseras galletas; les ofrecieron medias becas, que nunca existieron, y los hicieron trabajar todo el domingo bajo condiciones de maltrato y desconsideración. El espíritu cívico de quienes sirvieron a su país se fue al tacho cuando, al revelar la foto, vieron que les habían puesto unas horrendas orejas de burro.

d) El dueño del ‘selfie stick’: el Gobierno, el encargado de apretar el disparador cuando todos estuvieran listos, el responsable de poner a cada personaje en su lugar y asegurarse de que todos hicieran bien su parte, hizo tremendo papelón. Fue el mayor responsable de que la foto saliera horrible y ya perdió la confianza de la población. Pronto se iniciará una larga etapa de reconstrucción y los peruanos, con razón, levantan la ceja y se preguntan: si estos han sido incapaces de organizar un retrato, ¿cómo van a hacer para levantar ciudades y sacarlas del barro?

No tenemos ni idea. A ver, diga chis.

“El censo del domingo ha develado una imagen escalofriante de nosotros mismos”.

Fuente: Periodista - Patricia - del Río


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