La technocumbia fue el ritmo de los años 90.  En la imagen grupo "Explosión de Iquitos". FOTO: ROLLY REYNA / EL COMERCIO
La technocumbia fue el ritmo de los años 90. En la imagen grupo "Explosión de Iquitos". FOTO: ROLLY REYNA / EL COMERCIO
/ ROLLY REYNA
Redacción EC

El fin de semana pasado, en un colegio de Monterrico, se organizó una kermés. Para sorpresa de algunos y deleite de la mayoría, durante el evento se tocó mayormente la música del momento: la technocumbia. El hecho no deja de tener importancia pues, en el mismo colegio, el año anterior, solo se había tocado rock y salsa. Pero ahora la música de Euforia, de Agua marina y de Rossy War se escuchaba a través de los parlantes y hacía bailar a una bulliciosa y agradecida concurrencia.

A comienzos de siglo, el vals “El Plebeyo” protestaba afirmando que “mi sangre aunque plebeya también tiñe de rojo”. Hace cuarenta años, el “cholo” Abanto Morales popularizaba “Cholo soy y no me compadezcan...”.

¿De qué habla la technocumbia en el Perú de hoy? Hoy día, aunque a algunos les parezca increíble, muchos niños de colegios caros de Lima conocen y disfrutan con la música de Rossy War. Y su estilo tiene ecos en otros países. Hay un canal del cable en la Argentina donde todos los sábados en un programa de cuatro horas se escucha música chicha y technocumbia, que allá se llama ‘bailanda’, tocada por grupos argentinos como Complot.

¿De qué habla esta música que viene de provincias (Euforia de Iquitos, Rossy War de Puerto Maldonado y Agua marina de Piura) que se ha convertido en un himno para millones de provincianos y capitalinos? Sergio Zavala, gerente de programación de Radio Mar dice que empezaron a programar a Rossy War en setiembre de 1998. “Nos vimos obligados porque la gente la pedía en Lima y provincias. Al comienzo era un fenómeno del nivel C, pero ahora se ha trasladado al B e incluso al A”, dice. Cuenta que de La Molina y de Surco frecuentemente llaman a la radio pidiendo canciones de Rossy War y de Euforia . “He ido a matrimonios de gente de dinero en La Molina donde se toca canciones de Euforia y Rossy War. La technocumbia empezó como un fenómeno de los conos pero ahora es un fenómeno de toda Lima”.

A diferencia de Los Shapis, que era una banda de origen andino que nunca llegó a entrar en los niveles A y B, los cantantes de la technocumbia parecen haber llegado al corazón de algunas fiestas en Chacarilla, Monterrico y La Molina. Sus seguidores, por supuesto, son el público joven; los padres con frecuencia no sintonizan con su ritmo.

Provinciano de tercera generación

Para poner el fenómeno de Rossy War en contexto hay que recordar que el provinciano de los años 90 no siente que Lima sea una cultura distinta a la suya. La capital ha dejado de ser hace mucho tiempo solo una ciudad española y culturalmente se ha convertido más bien en una ciudad andina y selvática. Un vals como “El provinciano”, que se inicia con “Las locas ilusiones me sacaron de mi pueblo...”, no es nada representativo en la Lima moderna. La letra de la technocumbia además abunda en mensajes de lucha y afirmación. “Que te perdone Dios, porque yo no te perdono”, dice Rossy War quien también afirma en otro tema “No te pongas a llorar porque si un amor se va otro pronto llegará.” El amor en sus letras no es concebido como sinónimo de muerte y desdicha. Aún cuando puede ser doloroso, rara vez se lo trata como una total desgracia, al estilo de algunos de los valses (“Yo te pido, guardián, que cuando muera...”, por ejemplo). El estilo tropical de la technocumbia tiene que ver con el desenfado y la afirmación, una característica del provinciano de tercera generación que ya no se siente aplastado por la ciudad.

Una cultura empresarial diferente

Rossy War está traduciendo al portugués sus canciones. La razón: quiere conquistar el enorme mercado brasileño. Se anuncian además giras a México, Argentina y Estados Unidos. Su caso es opuesto al pregonado en la famosa canción de Laureano Martínez, “El provinciano”, que era un canto de retorno a la provincia. A diferencia de lo que decía el vals, hoy la música de figuras provincianas como Rossy War, que ya tiene una seguidora en la cantante Ada, muestra que no se busca volver al pueblo sino salir y conquistar el mundo.

Ya nadie quiere ser cholo

Según Wilfredo Hurtado, autor del libro Los hijos de la chicha (Fondo editorial de la Universidad Católica), esta música nace a fines de los sesenta como producto del desencuentro cultural que tienen los hijos de los migrantes al llegar a la ciudad. Como no encuentran una identidad, la buscan y la crean en medio de un bombardeo cultural. Por eso la chicha es un híbrido cultural, entre huaino, cumbia, guaracha, rock, etc. “La música que se consume actualmente”, dice Hurtado, “es la de la tercera generación de migrantes, jóvenes que tienen expectativas distintas a las de hace 30 años cuando aparecieron los primeros grupos. El cantante chicha ‘Chacalón’ tenía una canción que empezaba diciendo “Soy un muchacho provinciano que se levanta muy temprano”. Ahora ya no se ven letras de ese tipo. Hay una actitud más melodiosa y divertida. Las letras han pasado a copiar baladas y a pegarse más a un género musical occidental. El cholo de ahora es un cholo occidentalizado que no quiere ser como el de antes”.

Según el sociólogo Juan Infante, “fenómenos como los de Rossy War sirven para darnos cuenta de que los peruanos estamos más juntitos de lo que creemos”. Según Infante vivimos una nueva ola de apropiación de Lima por parte de los provincianos y también, al revés, los limeños nos estamos apropiando de la cultura provinciana. “La technocumbia ha calado hondo, ha entrado suavecito, con sonrisas complacientes y sin grandes batallas al imaginario capitalino. No ha necesitado tocar las puertas porque las puertas estaban abiertas”, dice Infante. Según él mismo, “Rossy War hace su ingreso por la puerta grande un año después de los escándalos suscitados por las discotecas que no permitían entrar a los marrones. Esas discotecas están haciendo agua y no me sorprendería que pronto fueran reinauguradas al son de Guajaja”. Todo esto, según Infante, configura un futuro optimista: “Se acaba el siglo de la migración y los inicios del nuevo siglo nos entregarán por fin una nación. Ponerse de acuerdo y avanzar será dentro de poco mucho más fácil”.

Nuevos colores del mundo andino

Jaime Baylón, de la Universidad de Lima, publicó el año pasado su tesis Estética de la música chicha. Según Baylón, la chicha aparece como una respuesta a la corriente del gobierno velasquista que promueve una música folclórica andina que no termina de calar en los sectores populares. “La chicha nació en Lima”, dice Baylón. “Lo curioso es que no hubo una estrategia de marketing ni una planificación. La música surgió de un modo espontáneo y fue exitosa. Hasta sus afiches tienen un sello inconfundible”, afirma. “Los colores son los que habitualmente usan los andinos, los mismos que se utilizan en los barrios marginales serranos, colores fuertes y eléctricos”.

Todas estas consideraciones nos pueden llevar a la conclusión de que se ha producido una integración entre valores culturales de la costa, la sierra y la selva en la música popular de los últimos años, producto de la migración en todas estas regiones. Nunca hasta ahora había habido un género integrador del Perú. El vals fue un producto costeño, así como el huaino fue serrano. Gracias a las migraciones, la fusión ha dado lugar a una música nueva que acaso muestra algunas facciones de un rostro peruano a las puertas del nuevo siglo.



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