Renato Cisneros

El derechazo que le asestó a García Márquez en febrero de 1976 es, sin duda, el golpe más célebre de la literatura iberoamericana. Una vez ocurrido el incidente pugilístico, dio paso a una ingente mitología que buscaba precisar la razón por la cual el escritor peruano se vio en la obligación moral de conectar un gancho en el ojo izquierdo de quien había sido su amigo por más de diez años.

Se ha especulado tanto en la reconstrucción de esa riña que todas las versiones han terminado por sonar ciertas y a la vez engañosas. ¿Fue verdad que García Márquez aprovechó la ausencia de Mario en Barcelona para decirle algo a Patricia Llosa con excesiva cordialidad caribeña?, ¿le aconsejó o no separarse de su marido por una supuesta infidelidad?, ¿se entrometió Gabo en las desavenencias conyugales de Mario?, ¿o la disputa sentimental fue solo la coartada ante las insalvables diferencias ideológicas que ya por entonces los enfrentaban?

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Decidido a zanjar esos rumores, o bien a alimentarlos, pero con material de su propia cosecha, Jaime Bayly ha escrito una novela. Una novela con nervio. Una novela con nombres reales. Una novela armada luego de pasar varios años haciendo indagaciones, tratando de aproximarse a la verdad imposible de aquel suceso violento. Bayly no solo ha conversado con varios de los testigos del golpe, sino que debe ser una de las dos o tres personas en el mundo que puede jactarse de haberles preguntado a sus protagonistas, cara a cara, por qué pasó lo que pasó. Tanto el Nobel peruano como el colombiano lo mandaron a investigar de manera cordial. Él, obediente, hizo la tarea.

Uno de los méritos más destacables de “Los genios” es la perspectiva con que se nos presenta a los personajes, ubicándolos en unas coordenadas de espacio y tiempo muy bien descritas. Al final, el puñetazo es apenas un pretexto para explorar las trayectorias, contradicciones, apetitos y posibles falencias humanas de Vargas Llosa y García Márquez. Gracias a ese punto focal, seguimos de cerca la transformación bestial que experimentaron: cómo pasaron de ser dos jóvenes escritores latinoamericanos que padecían estrecheces al principio de su aventura europea a convertirse en dos estrellas literarias que bebieron precozmente el éxito, viviendo a sus anchas las gratas repercusiones de esa gloria insólita. Y junto a ellos vemos, como en un fresco generacional, a las otras figuras del ‘boom’; ahí están Carmen Balcells, Edwards, Fuentes, Cortázar, Donoso, y otros tantos.

Dueño de una envidiable sensibilidad para los diálogos –recurso que en su día elogiara Roberto Bolaño («el oído más portentoso de la nueva narrativa en español»)– , Bayly ha elaborado un Mario y un Gabo muy creíbles en su oralidad; incluso en aquellos pasajes donde el autor se toma claras licencias ficcionales, ambos personajes resultan verosímiles, aunque es el colombiano, por su verborragia tropical y sus modales siempre proclives a la desmesura, el más entrañable de la dupla.

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Hay al menos cuatro escenas desopilantes en las que Bayly, moviéndose como un equilibrista sin red entre la prosa periodística y la fabulación narrativa, supera el calibre de ironía alcanzado en novelas como “Los ultimos días de La Prensa” o “La noche es virgen”: el entierro de la pierna de Velasco Alvarado, la irrupción pistolera de Ernesto Vargas durante el matrimonio de su hijo con Patricia Llosa, el accidentado rodaje de la versión para cine de “Pantaleón y las visitadoras”; y el baile entre Gabo y la ‘primita’ en la pista de una discoteca catalana. Es en esos párrafos donde Bayly, mezclando sarcasmo con estilo, echa mano de toda su artillería verbal, logrando verdaderos picos.

A diferencia de casi todas sus entregas previas, donde el protagonista suele ser una proyección poco disimulada de sí mismo, aquí Bayly se difumina e impone una narración en tercera persona. Hay en esa decisión un manifiesto y saludable deseo por contar, por cederle el paso a la palabra, por abundar en la forma, y por darle sustrato literario a una historia que era poco más que una apolillada anécdota salpimentada de chismes, y que ahora es el núcleo de una novela apasionada, atrevida, que se disfruta de principio a fin. //

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