Selección peruana: el repechaje de los incrédulos. (Foto: Agencias)
Selección peruana: el repechaje de los incrédulos. (Foto: Agencias)
Christian Cruz Valdivia

Qué difícil es ir de la mano de las emociones que regala el fútbol. Hay que dejarse llevar y celebrarlo o padecerlo. Hay que abrazarse y llorar. Aguardar y aguantar 180 minutos más, una nueva oportunidad después de tanta espera.

Cuando el concepto "la " se había vuelto sinónimo de frustración y fracaso llegó esta generación para cambiarle el aura a un equipo que es noticia por sus resultados deportivos. Lo demás quedó de lado, Ricardo Gareca lo supo apartar en un proceso de tres años (con triunfos, derrotas y jugadores separados). Es que tantas derrotas, maquilladas con pequeñas alegrías tipo Copa América, hacen que los corazones se vuelvan duros, que las emociones sean distantes, los resultados inesperados.


"Siempre quiero que Perú gane, pero no creo que lo haga", dije tantas veces. Es la desconfianza a la que nos acostumbró el fútbol. No por no creer en la selección, sino por anticiparme al más doloroso de los desenlaces. Pero hoy no hay lugar para los incrédulos. Un equipo que se entrega puede romper cualquier maleficio (como en Asunción, Quito o la misma Bombonera). Una afición que alienta, te contagia, un técnico que analiza, te tranquiliza. Porque hay que creer.

Y no hacerlo porque sí, sino porque en el campo hay jugadores que lo dan todo, incluso en una mala noche como ante Colombia. Porque si Carrillo no funciona, ingresa un Reyna que corre como un desquiciado por toda la cancha. Porque si Rodríguez se lesiona, está Araujo para ofrecer la misma seguridad defensiva. Porque si no hay buen juego, aparece Guerrero para mostrar la jerarquía que adquirió en su andar por el mundo. Hay que ser ese tipo de jugadores para en un tiro libre indirecto decidir patear al arco con la convicción de que algo va a pasar.

Y qué importa jugar muchos minutos feos si llevábamos jugando ya más de 30 años a un nivel poco digno de una clasificación. Ahora, esta selección aprendió la lección y sabe lo que tiene y a quién enfrenta. Si hay que atacar, se hace. Si hay que defender, no hay vergüenza para ello.

Esta selección nos ha devuelto una ilusión perdida incluso en sus peores momentos. Nos ha regalado la posibilidad de creer que Perú puede pelear por un cupo mundialista. Faltan solo 180 minutos pero menospreciar a Nueva Zelanda sería el peor pecado. Hay que mantener la cabeza fría y el corazón caliente para seguir dándonos la contra a los que fuimos incrédulos.

Contenido sugerido

Contenido GEC