Editorial El Comercio

Hace casi medio año, cuando Estados Unidos y el chavismo firmaron el , muchos creyeron –o quisieron creer– que y sus adláteres estaban realmente dispuestos a celebrar elecciones libres este 2024. Pero esa creencia siempre estuvo más atada en un deseo que en los hechos, pues, a decir verdad, es prácticamente imposible que el chavismo (con el historial de violaciones a los derechos humanos, corrupción y vínculos con el crimen organizado y el narcotráfico con el que carga) se abra a la posibilidad de dejar el poder voluntariamente. Esto porque, de competir en comicios libres, muy probablemente perdería y, con ello, sus integrantes no solo se quedarían sin el poder, sino también sin la impunidad de la que hoy gozan para robar, perseguir y asesinar.

Por ello, aunque indigna, no sorprende que esta semana la tiranía haya recrudecido su ofensiva contra la campaña de , quien en los últimos meses se la ha pasado recorriendo y demostrando con ello que la oposición al chavismo es muchísimo más numerosa de lo que este quiere hacer creer. El miércoles, personal del servicio de inteligencia venezolana, el inefable Sebin, detuvo a ; la primera es la secretaria general de Vente Venezuela, el partido fundado por Machado hace casi una década; mientras que el segundo se desempeñaba como número dos de la organización. En paralelo, además, las autoridades emitieron órdenes de captura contra otros siete integrantes del equipo de Machado, entre ellas Magalli Meda, quien se perfilaba como el reemplazo de la lideresa opositora en las elecciones de julio en las que ella está prohibida de participar por una arbitrariedad.

La excusa de los perseguidores para justificar esta cacería ha sido de manual: según el fiscal general de Venezuela, Tarek William Saab, los colaboradores de Machado estarían planeando “acciones desestabilizadoras” con miras a incentivar un “alza militar” en el país caribeño. Un libreto que las dictaduras suelen usar, aquí y en Rusia, para defender la persecución de quienes significan una amenaza para su supervivencia. No olvidemos que el mes pasado el chavismo detuvo a la activista Rocío San Miguel y a varios de sus familiares alegando que estaban vinculados a una supuesta “trama conspirativa y de intento de magnicidio” sin aportar mayores pruebas del presunto operativo, y que poco le importó que gobiernos internacionales, organismos como la CIDH y más de 100 organizaciones civiles exigieran su libertad. Desde hace mucho que las formas dejaron de preocuparles a los ocupantes del Palacio de Miraflores..

En este punto, conviene recordar que Machado es al día de hoy el rostro que aglutina a la oposición venezolana, que obtuvo casi un millón y medio de votos en las primarias opositoras celebradas en octubre pasado (cuando logró ) y que, según todas las encuestas confiables, ella vencería a Maduro en un mano a mano electoral. Y aunque se encuentra inhabilitada de postular por una medida antojadiza del régimen, no ha dejado de movilizarse por toda Venezuela en eventos en los que suele congregar a multitudes.

Por ello, no es difícil entender que, pese al veto electoral en su contra, Maduro la siga viendo como una voz incómoda a la que acallar, y las órdenes de arrestos de sus colaboradores esta semana apuntan en esa dirección. Después de todo, ella es la única capaz de empañar la farsa electoral que el dictador viene preparando para el 28 de julio, donde aspira a conseguir su tercera elección amañada desde el 2013 para mantenerse en el poder al menos por otros seis años.

Ahora que ha quedado claro que Maduro nunca tuvo intenciones de celebrar unas elecciones libres es momento de que la comunidad internacional se dé cuenta del embauque en el que cayó redonda. Las tiranías, , no cambian, por lo que prestarse a sus pantomimas democráticas termina convirtiendo a quienes se sientan al otro lado de la mesa de negociaciones en cómplices antes que víctimas.

Editorial de El Comercio