Gonzalo Banda

Si bien el vórtice centralista peruano es casi siempre inevitable, hay momentos cuando por voluntad e insistencia de algunos, se logra desafiar su fuerza con maravillosos resultados. Uno de ellos es el que llegará a en tan solo unas semanas. Concebido como un festival para imaginar, soñar y pensar el mundo, el Hay Festival tiende puentes entre la literatura, la ciencia, la política, la historia, la música y los grandes auditorios. Le debemos mucho a la insistencia de Mario Vargas Llosa y a algunos otros embajadores culturales que el Hay Festival haya escogido Arequipa para quedarse en el Perú. Este año es más especial que nunca, vuelve –tras dos años de pandemia– a ser presencial.

Gracias al Hay Festival ya han visitado Arequipa Orhan Pamuk, Salman Rushdie, Javier Cercas y el mismo Vargas Llosa, entre muchísimos otros. Contrariamente al pesimismo de muchos que sostenían que el festival no podría llenar auditorios, o que podrían llenarse algunos pocos, lo que hemos visto –por lo menos hasta antes de la pandemia–, han sido teatros y auditorios atiborrados que recibieron con entusiasmo las decenas de conversatorios y talleres que se desarrollaban en paralelo en la ciudad. El Hay Festival es una experiencia que toma la ciudad, un torbellino de ideas que se apodera de Arequipa y la eleva a epicentro de la cultura.

En un mundo agobiado por graves problemas globales, en el que la desinformación, el cambio climático, la crisis económica y la guerra siembran sombras sobre el porvenir, el Hay Festival es una auténtica oportunidad para pensar, dialogar y romper con el tedio. En el Perú contemporáneo no estamos acostumbrados a escucharnos lo suficiente, nos hemos arrojado a los llamados de nuestras tribus y hemos levantado muros donde antes había caminos.

Por supuesto que estoy emocionalmente involucrado desde la primera edición del Hay Festival en Arequipa. Mi testimonio no es objetivo sino profundamente sentimental y hasta visceral. Pero para quienes venimos sosteniendo que el vórtice centralista es dramáticamente dañino e insostenible para el país, el Hay Festival es una batalla que vale bien la pena seguir peleando. Batalla porque como todo festival cultural de esta dimensión, tiene que guerrear su sostenibilidad, y aunque sufrió las inclemencias de la pandemia, lo que más le ha golpeado ha sido el descompromiso de algunos patrocinadores como el gobierno regional de Arequipa en los últimos años. Descompromiso que debería cambiar con la gestión del Dr. Rohel Sánchez. No es admisible que este recodo de universalidad languidezca por la falta de soporte del sector público. Asegurar la sostenibilidad del Hay Festival debería ser una prioridad estratégica de los sectores privado y público, con innumerables beneficios educativos, económicos y sociales.

Al volver la presencialidad, volverán las escenas de teatros llenos y alegría. Visitarán Arequipa: Daniel Alarcón, creador del mejor podcast en español llamado “Radio Ambulante” (que además producirá un episodio desde Arequipa); Andrés Velasco, excandidato a la Presidencia de Chile y decano de la escuela de políticas públicas de LSE; Michael Stott, editor para Latinoamérica del “Financial Times”; Gioconda Belli, magnífica escritora y poeta nicaragüense; Piedad Bonnet, destacada poeta colombiana; Rafael Dumett autor de “El espía del inca”; nuestra querida y universal Susana Baca; los ilustradores Liniers y Montt quienes alborotarán la ciudad con su stand up; entre muchos otros que se sumarán a la gran legión peruana entre los que me encuentro. Habrá que bilocarse pues uno no querrá perderse más de un evento.

Usualmente, al final de cada evento un asistente del Hay Festival le entrega una rosa de papel a los que protagonizaron el diálogo. Parece casi una cortesía tímida y recatada, pero a veces una rosa de papel es quizá la mejor defensa contra la barbarie. Incluso después de una polémica muy álgida ¿quién interpretaría una rosa de papel como un desafío o gesto de procacidad? Entre más rosas de papel y más ideas se compartan, menos espacio para cultivar el resentimiento. No será la mejor solución para todos los males, pero tal vez sea el principio de largas amistades que siempre son preferidas en un país que ha perdido la capacidad de escucharse y, con ello, el aliento. El Hay Festival es eso, una rosa de papel que contiene un fuerte antídoto contra el desaliento.

Gonzalo Banda es analista político