Héctor Villalobos

La sensación actual es similar a la que se vivió en los últimos días del gobierno de . El vertiginoso caos cotidiano de los escándalos interminables que salen a la luz. Los silencios, las evasivas o las excusas inverosímiles que se sueltan sin rubor. La competencia entre escuderos, cada cual más afanoso por mostrar su lealtad. Y las desesperadas torpezas que se cometen para tapar la suciedad.

Dina Boluarte considera que la detención de su hermano es un “asunto menor”. Lejos de dar respuestas claras, manda a su vocero particular a torear con tecnicismos paporreteros las preguntas de la prensa. Con ella no es.

La presidenta parece vivir en ‘Dinalandia’, un mundo mágico donde la pobreza no crece, sus gobernados la ven como la “mamá del Perú”, los ‘waykis’ son querubines que tocan el arpa mientras la nublan con elogios y regalos que en realidad son préstamos, se puede desaparecer varios días sin que nadie se dé cuenta y donde no es necesario dar explicaciones públicas.

En la vida real, ella subsiste en medio de un 7% de aprobación, la pobreza alcanza niveles pandémicos, las investigaciones fiscales comprometen seriamente a su entorno y la gente está más enterada de sus frivolidades que de sus obras.

Lo que en ‘Dinalandia’ no pasan de ser “asuntos menores”, en el mundo real representan graves complicaciones legales. Es difícil creer que un abogado haya actuado de espaldas a su cliente para ofrecer beneficios a los policías que la investigan a ella y a su hermano. La mandataria tiene mucho que aclarar. Y sin voceros de por medio.

Aunque quienes la auparon al poder hoy reniegan de ella y tratan de evadir su responsabilidad pateando la pelota a la otra vereda política, nunca hay que olvidar que ella llegó al poder gracias a Perú Libre. Las comparaciones con su antecesor son inevitables. Castillo y Boluarte tienen el mismo origen político. Solo el tiempo dirá si compartirán el mismo porvenir.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Héctor Villalobos es editor de Política