El lunes, a media mañana, en plena avenida La Marina, un sicario asesinó de tres balazos a Rolando de la Peña, un empresario dedicado a la compra y venta de vehículos. Todo apunta a que este se había negado a pagar cupos, ya que vecinos y comerciantes sostienen que la en esa zona se encuentra generalizada.

No se ha determinado fehacientemente si el Tren de Aragua es la organización involucrada en este caso, pero lo que sí sabemos es que esa transnacional del está detrás del crecimiento explosivo de este tipo de hechos en los últimos años, compitiendo con organizaciones criminales locales.

“Si el Tren de Aragua fuera un ‘ferrocarril’, su estación central estaría en Venezuela y recorrería Colombia, Brasil, el , Ecuador, Bolivia, Chile y posiblemente Estados Unidos”, dice la periodista venezolana Ronna Rísquez, que acaba de publicar un libro sobre el tema.

Para empezar, en el Perú están en el tráfico ilegal de migrantes, lo que, de paso, les permite infiltrar acá a sus miembros de diversos países.

Controlan también importantes redes de prostitución. El asesinato del proxeneta ‘Cholo Isaac’ en un McDonald’s del Centro Comercial Risso fue el inicio. Ahora ellos cobran entre S/350 y S/700 semanales a cada una de las víctimas de explotación sexual.

Pero mucho más importante como negocio y como problema para el país es su rol en la extorsión. Lo hacen en sus crecientes zonas de influencia, principalmente con transportistas, comercios y personas que creen adineradas.

Otra de sus especialidades es que están relanzando los secuestros y se les atribuye el de Waldo Reza Salvatierra, por quien pedían US$300.000, pero que fue liberado por la policía.

Entre sus emprendimientos criminales también se encuentra la microcomercialización de drogas.

Me atrevo a sostener que, pese al incansable incremento de los robos de celulares y a la creciente violencia que los acompaña, la extorsión a personas y negocios se ha convertido en el problema más grave de seguridad ciudadana por la extensión del fenómeno a todas las ciudades, por lo lucrativo del negocio, por la poca denuncia de sus víctimas, por contar con sicarios para actuar contra rivales por el control de territorios o como argumento para los que tratan de resistir, entre otras razones.

La inseguridad en las ciudades ha dado otro cambio cualitativo. Hace un par de décadas se saltó del crimen común a la presencia del crimen organizado y, en estos últimos años, a la internacionalización de este.

No es que la PNP no haga nada. Destacan detenciones tan importantes como la de ‘Mamut’ –el jefe de esta transnacional criminal en el Perú, ya en Challapalca– y varios otros; son positivas, pero los reemplazos son inmediatos, por lo que la hay que multiplicar esos resultados.

Solo con una policía muy fortalecida, con unidades de élite con muchos más efectivos de alta profesionalidad e incorruptibles, con bases en las principales ciudades dotadas de recursos, infraestructura, tecnología y personal, y trabajando en conjunto con las fiscalías, se puede dar la pelea y tratar de ir limpiando, poco a poco, nuestras ciudades.

Comando Vermelho. Es una de las más grandes organizaciones criminales de Brasil. Es muy parecida al Tren de Aragua, solo que mucho más antigua y poderosa que su par venezolano. Nacida en Río de Janeiro, tiene fuerte presencia en Sao Paulo y el norte brasileño. Desde hace algún tiempo está en Paraguay y Bolivia. Y ahora –me confirma Rubén Vargas– ya ha entrado a Loreto y Ucayali, controlando la creciente producción de cocaína en esas regiones y sus rutas de salida hacia Brasil.




*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.



Carlos Basombrío Iglesias es analista político y experto en temas de seguridad