Toda coincidencia con la realidad en esta sórdida e inicua historia no es casualidad. Sucedió en el Perú, con un presidente desesperado porque sus fechorías emergían a borbotones de los desagües y los equipos especiales de fiscales y policías que investigan la corrupción en el poder lo tenían cercado. Sabiendo que había demasiado más bajo la alfombra, buscó ayuda de mafiosos profesionales para que, con los peores métodos, pudieran deshacerse de sus perseguidores.

El 8 de octubre del 2022, “Perú 21″ daba cuenta de que el equipo especial de la policía había descubierto que “un sujeto conocido como ‘’ [venía] reclutando a sicarios para realizar reglajes y atentar en contra de las autoridades que investigan al Gobierno”. Y añadía que “esta suerte de grupo de aniquilamiento [venía] siendo financiado desde el Gobierno”. La nota incluía, además, a Sergio Castellanos, “quien en el Ministerio Público arrastra denuncias por usurpación, homicidio, entre otros delitos”.

La denuncia fue recibida por muchos con cierto escepticismo, quienes dudaban de que Castillo pudiera haber caído tan bajo. Ahora, fruto de la continuidad de las investigaciones fiscales y de notables trabajos periodísticos, sabemos que el individuo navegaba por esos desagües.

Me parece razonable suponer que haberlo hecho público fue lo que evitó que los aniquilamientos se consumaran. Así como presumir que el que su torvo plan terminara estallándole en las manos haya sido lo que lo convenció de que la única salida para su impunidad era un golpe de Estado.

Hasta hace pocos días, el topo más importante de esta operación siniestra había pasado colado. Me refiero a , que mancilló las cuatro estrellas que se le otorgan a quien tiene el honor de dirigir una institución vital para el país y con casi 150.000 efectivos.

Como buen topo, Alfaro tuvo la frialdad de declarar ante la fiscalía que no conocía a ‘El Español’ y que solo había coincidido con este en una casual foto colectiva, en agosto del 2021.

Las papas empezaron a quemar para Alfaro con la detención de ‘El Español’, dado que este, buscando salvar el pellejo, aspira a ser colaborador eficaz; lo que, para desgracia de Castillo y Alfaro, conlleva necesariamente aportar evidencias.

De allí la foto del 6 de diciembre del mismo año, en la que Alfaro comparte mesa con pocos y selectos invitados al cumpleaños de ‘El Español’. Entre otros, estaba el arriba descrito Sergio Castellanos y uno de los sobrinísimos: Cledin Vásquez Castillo, hermano del prófugo Fray.

Cledin sería quien meses después habría canalizado hacia el tío Pedro la propuesta de ‘El Español’ para que Alfaro fuera comandante general, garantizándole que con él al mando nadie sería capturado.

Entre tanto, ‘El Español’ seguía haciendo méritos con Castillo. La hipótesis fiscal, que ayer explicó El Comercio, sostiene que este usó sus múltiples contactos policiales para ayudar a fugar a Juan Silva y a Fray Vásquez.

Ello nos lleva a mayo del 2022, cuando Dimitri Senmache asume la cartera del Interior. No se sabe bien cuándo empezó, pero la relación de Senmache con ‘El Español’ fue tan estrecha que terminaron ambos y el comandante general de entonces, Vera Llerena, discutiendo cambios de colocación de la PNP, nada menos que en la casa del inefable Sergio Castellanos. Hay pruebas irrefutables de que el asesor en la sombra de ‘El Español’ para ese propósito fue el ubicuo Alfaro.

El gran salto lo da Alfaro en agosto del 2022, cuando el nuevo ministro Willy Huerta lo nombra comandante general de la PNP. Ello, más una Digimin al servicio de los intereses mafiosos, debe haber ocasionado que Castillo pusiera un ‘check’ sobre Interior, en función del zarpazo que venía preparando.

En las semanas previas al 7 de diciembre, Castillo entra en pánico cuando se lanza la tercera moción de vacancia y, en paralelo, entran en escena dos nuevos colaboradores eficaces de gran importancia para la fiscalía: el jefe de la DINI y Salatiel Marrufo.

Ya no había retorno y decide armar un equipo de guerra. Pone a Betssy Chávez en la PCM, recupera al renunciante Aníbal Torres y recluta a Raúl Noblecilla, el álter ego de Guillermo Bermejo, como viceministro de Gobernanza. Y, muy importante, pone en Defensa a Gustavo Bobbio, hombre de Antauro Humala, quien se preciaba de que sus “promos” estaban en posiciones estratégicas en el Ejército. Castillo creyó haber hecho ‘check’ también en Defensa.

No parece ahora casual que el 7 de diciembre lo primero que hiciese Castillo al concluir el discurso golpista fuera indicarle a Willy Huerta (quien por cómplice o tonto útil anda camino de la picota) que lo comunicara con Alfaro, a quien ordenó que detuviera de inmediato a la fiscal de la Nación.

Castillo, hombre de muy pocas luces, había creído que los vínculos mafiosos de Alfaro garantizaban su apoyo. No se dio cuenta de que no era lealtad al chancho, sino a los chicharrones. Y que elementales sumas y restas lo llevarían a traicionar al golpista y encima a ser percibido como una especie de héroe de la democracia por ordenar su captura.

Esa tarde el topo de las cuatro estrellas creyó también haber hecho ‘check’.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Carlos Basombrío Iglesias es analista político y experto en temas de seguridad